Santiago, Chile
Santiago, Chile
En 1965, el presidente Eduardo Frei Montalva lo nombra presidente del directorio de Chile Films, que ha vuelto a renacer de sus cenizas. Dirige con éxito la empresa durante cinco años, período en el cual sigue produciendo documentales, concentrados esta vez en los problemas del desarrollo económico, político y social del país, en los que inevitablemente hay un sesgo de apoyo a la gestión del gobierno demócratacristiano. Funda y dirige, además, el noticiario semanal “Chile en Marcha”. Kaulen era, notoriamente, el enlace que el gobierno de Frei necesitaba para establecer nexos con el mundo del cine. Se convierte en portavoz de las necesidades de los cineastas de su tiempo, y lucha porque se dicte una ley que proteja a la industria fílmica nacional. No lo consiguió, pero conjuntamente con otro cineasta, Hernán Correa, logra que en el Congreso se incorporen en la Ley de Presupuestos de 1967 dos artículos que disponen medidas tributarias que van a favorecer al cine: el 20 por ciento de las recaudaciones por venta de entradas en salas de cine irán en beneficio del realizador de la película que se exhiba; se eximen además de impuestos los boletos de entrada a la exhibición de film chilenos; y una exoneración tributaria similar se aplica a la internación de película virgen y otros materiales fílmicos. De hecho, las franquicias fueron realmente beneficiosas, porque ayudaron en forma notoria al incremento de la producción cinematográfica de la década del 60 y comienzos del 70. En 1974, las medidas fueron abolidas por la Junta Militar, y nunca han vuelto a ser restablecidas.
Mientras permanece en Chile Films, Kaulen se embarca en lo que será su principal aporte al cine chileno: la película Largo viaje, uno de los primeros films que intentan dirigir en Chile una mirada de comprensión de problemas sociales más o menos profundos. De hecho, se lo considera uno de los antecedentes fundamentales que marcan claramente el viraje que experimentará la producción nacional con la emergencia ulterior de lo que se llamará el “nuevo cine chileno”. Las críticas a la cinta son en su mayoría favorables y la acogida del público es también buena. Mariano Silva sostiene que es “una epifanía sobre el injusto orden social y el sentido mágico y liberador de toda cultura popular”, y Alicia Vega, que le hace reproches menores, dice que “el realizador busca y da vida en este film a expresiones de nuestra identidad que hasta él nadie había intentado con honradez en la historia del cine argumental chileno de la época sonora”. La escena del velorio del “angelito”, que recrea una antigua costumbre popular de adornar con alas de papel el cuerpo del niño que ha nacido muerto, para que éste pueda volar al cielo convertido en “angelito”, es una de las secuencias memorables de nuestro cine. La película fue presentado en la Muestra Paralela de las Naciones en el 17º Festival Internacional de Berlín (1967) y en 1968 fue premiada en el Festival Internacional de Karlovy Vary, Checoslovaquia. Cesare Zavattini, presidente del jurado, la define como perteneciente a un “neorrealismo poético”. Con La casa en que vivimos 1970), el director aborda un tema complementario a Largo viaje, intentando desarrollar un drama centrado en los problemas, esta vez, de la clase media. En el film, a pesar del “acertado estudio de personajes y la cuidada reconstrucción del Chile de los años 40”, no logra, al decir de un crítico, calar tan hondo y con la misma eficacia como en su película precedente. Ascanio Cavallo, sin embargo, declara enfáticamente que “no hay otra película chilena que se haya atrevido a abordar casi treinta años de historia nacional registrando los cambios políticos como telón de fondo de las transformaciones de una familia”.
Kaulen muere en 1999. En sus años finales intentó poner en marcha un viejo proyecto inconcluso, Via Crucis, pero la muerte no se lo permitió.
(Lucía Carvajal, extraído del "Diccionario del Cine Iberoamericano"; SGAE, 2011)