Formado en la prestigiosa escuela de teatro de la Universidad de Chile, cuando ésta estaba en el ápice de sus posibilidades en el ámbito latinoamericano. De ello resultaría un intérprete de amplísimo registro, por igual solvente en la comedia, (Tartufo), el teatro clásico (El mercader de Venecia, Otelo, Beckett, Amadeus) o la experimentación(Hechos consumados). Dotado de una bella voz y de una inconfundible presencia, Soza se ha alzado como una de las principales figuras teatrales chilenas de las últimas décadas. Su primera incursión cinematográfica fue en La maldición de la palabra, adaptación cinematográfica de una obra teatral en verso y en la que además le tocó encargarse de la dirección actoral. Dada la fecha de su realización y su carácter político la película permanece hasta hoy desaparecida. El cine le ha dado amplias posibilidades para la expresión de su talento, a pesar de la comprensible tendencia a encasillarlo en roles característicos que él ha sabido aprovechar con la seguridad que le da un oficio probado en la radio, el teatro y la televisión. Actor de recursos sutiles y de marcada sensibilidad, lo que transmite a cada uno de sus personajes, incluso levantándolos de sus debilidades en el guión, como le sucedió con el personaje mítico del Trauco que le tocó interpretar en La rubia de Kennedy y del que supo salir airoso evitando el ridículo al que parecía destinado. Su rol más complejo y al mismo tiempo el más logrado hasta ahora ha sido el del perturbado y vulnerable protagonista de El vecino, filme construido casi completamente alrededor de un personaje que esconde un turbio pasado ocurrido durante la dictadura.