Director de cine y televisión. Estudios de cine en institutos profesionales, en la Universidad Católica y en la Universidad de Chile y en diversos talleres especializados. Su experiencia laboral comienza en 1990, integrando en etapas sucesivas diversas asociaciones de producción de films de publicidad para la televisión hasta terminar con la formación de Alce, S.A. productora de su propiedad. En 1999 realiza su primer largometraje, Campo minado, que trata de las vicisitudes que un geólogo que, junto a un grupo de jinetes que lo acompañan, anda en la zona cordillerana en búsqueda de un yacimiento de cobre, que finalmente hallan en medio de un campo sembrado de minas. Tuvo una acogida pública más bien discreta. Su segunda película, estrenada en 2005, Mi mejor enemigo, se apoya en un guión preparado por Julio Rojas –uno de los  mejores guionistas del cine chileno más reciente— y Paula del Fierro. Filmada en la Patagonia, aborda una historia imaginaria de las relaciones que se establecen entre soldados chilenos y argentinos en un año, 1978, en que entre ambos países el clima diplomático alcanza un punto crítico por problemas de límites geográficos. Alabada por su impecable factura técnica y por abrir una veta temática diferente en el cine chileno, el film ha recibido numerosos premios, y ha obtenido una buena recepción en varios festivales (Huelva, Cartagena de Indias, Bruselas, Washington, entre otros), habiendo sido elegida como Mejor Película Chilena en el Festival de Valdivia de 2005. Fue seleccionada, además, para competir en los Premios españoles Goya de 2005. La película, sin embargo, ha suscitado no pocas controversias. Al lado de aquellos juicios que hablan de “un gran mensaje mundial de paz”, hay quienes la califican sólo de “una de las películas chilenas más amenas de los últimos años”, aunque con “un sabor a corrección académica y a una buena lectura de los manuales de guión”, en tanto que otros critican al director porque “no arriesga nada”, “es demasiado amable con todos”, ya que al lado de la “notable soltura escénica“ del film y de su “fotografía ‘patagónica’ ocre y hechizante”, no tiene, desde el punto de vista de su contenido ningún componente que lo sitúe realmente en el Chile de 1978; opta por “blanquear” las situaciones de conflicto, “ocultar deliberadamente la realidad”, la de dos países que vivían las peores dictaduras militares de su historia, y que no pueden no manifestarse en las conductas de los soldados de uno y otro lado de la frontera. Hay únicamente un diálogo final –calificado de notable por todos los comentaristas-, que intenta llevar el film un poco más allá de lo puramente anecdótico: “Sin honores –sostiene uno de los reclutas— ni medallas, ni dinero, ni las gracias”. Como quiera que sea, en el 2005, uno de los años más prolíficos y atractivos del cine chileno del nuevo siglo, por el conjunto emergente de películas de calidad y por la presencia de una generación de nuevos realizadores, Mi mejor enemigo es sin duda una de las cintas de mayor interés.

(Por Lucía Carvajal, extraído del "Diccionario del Cine Iberoamericano"; SGAE, 2011)