Entrevista a Víctor Hugo Ortega, académico del ICEI

¿Cuáles fueron los objetivos que se plantearon al iniciar este taller, cinco años atrás?

-Bueno, esto parte después de una reunión con el otro profesor, Máximo Quitral, con en el que nos dimos cuenta que había muy poca información respecto al cine latinoamericano. Había un desfase bibliográfico, de filmografía también, en que había muchas cosas que no se hablaban del cine latino por diferentes causas como falta de material y de información. Reunimos un grupo de películas y un grupo de teorías que manejábamos sobre el cine latino y pensamos primero en elaborar un coloquio, un seminario, algo pequeño. De hecho el primer taller partió como algo muy chico, en que ambos estábamos en sala. Con el paso del tiempo nos dimos cuenta que había un objeto de estudio que podía ser interesante de desarrollar más extensa y rigurosamente, tratando de elaborar una teoría desde el cine mismo y no desde otras disciplinas, es decir, darle un sustento al cine latinoamericano. Nunca se creyó mucho en el cine latino desde el nivel teórico por diferentes prejuicios, la cuestión social estuvo siempre muy presente. También había un sustento desde la imagen que creíamos interesante abordar desde estas dos perspectivas que son la estética del cine-que es lo que trabajo yo- y el ámbito político, desde las sociedades, que es lo que hace Máximo. En torno a esa mixtura se ha elaborado un proyecto bien interesante.

Un problema es el poco acceso que tenemos al cine latinoamericano. Acá se estrena, si es que, una película argentina de las más de 50 que se producen todos los años. No vemos cine peruano, ni siquiera llegó La teta asustada que fue nominada al Óscar y ganadora en Berlín. No llega cine uruguayo, ni mexicano, cubano muy poco, entonces si uno contara la cantidad de películas latinoamericanas que se estrenan cada año en Chile no llegan a las… ¿cinco?

-Claro, es muy bajo el estreno de películas latinas y hay muchas causas para eso. Estamos hablando de que el gran público no conoce el cine latino porque por supuesto que un público más especializado tiene algunas plataformas en las cuales lo puede encontrar. El Sanfic ha hecho un trabajo bien interesante al respecto, que responde a una industria respecto al consumo de cine que ha crecido en Chile. No es casualidad que ya haya una sexta versión de este festival con récords históricos de asistencia de público, pero yo creo que la deuda está con ese público que está empezando a construir una mirada en torno al cine latino. No tiene de dónde agarrarse, por decirlo de alguna forma. Nosotros hemos recibido público que integra el taller con esa idea, de empezar a armar una especie de mapa conceptual de la figura del cine latino como rotulación. Se trata de una rotulación bien engañosa porque hay muchas posturas, muchos estilos, no se puede aglutinar todo, es complicado hacer eso.

 ¿Cuánto tengo que saber para poder ser parte de este Taller de Cine Latinoamericano?

-Nosotros siempre quisimos romper esa idea de especialización, que haya un piso, y que poco menos que tenga que ser un doctor en ciencias de la comunicación para que integre el taller. Para nada, está abierto a todo tipo de público. Se hacen unas primeras clases introductorias que de alguna forma son como nivelación, respecto al uso del lenguaje cinematográfico. Hemos tenido alumnos que vienen de cine, pero que en sus respectivas mallas no han tenido mucho acceso al cine latino, llegan para especializarse en eso. Sin embargo, también llega gente que escapa al área de humanidades o artes, que se acercan porque son cinéfilos y quieren ahondar más en lo que significa Latinoamérica o la cultura latinoamericana, porque el taller también abre esa veta, que trabaja el profesor Quitral. Él está ahondando en estos hitos culturales en los cuales se basan muchas de las producciones que nosotros trabajamos. Por ejemplo en Cuba, si hablamos de la revolución y de cómo la aborda el cine, Máximo analiza los motivos de la revolución misma, porque un hito como ese genera propuestas cinematográficas varias que van desde el mismo año ’59 hasta ahora.

Lo interesante también es que cuando uno se acerca al cine latinoamericano se acerca también a nuestra identidad, que es la pelea que se da específicamente en pantalla y que quizás es una de las reflexiones más importantes que pueden hacerse en un taller como este pensando en que, como decía, el 90 por ciento de películas que llegan a la cartelera, son norteamericanas. En el 10 por ciento restante van a la pelea las europeas, asiáticas, si es que llegara alguna africana, las latinoamericanas e incluso las chilenas. En eso nos perdemos el encontrarnos con nosotros, con nuestros primos, que están repartidos por el continente y con los que tenemos tanto en común. ¿Cuál ha sido tu experiencia de encontrarte con el cine latinoamericano e intercambiarlo con los alumnos que vienen  de distintas áreas?

-En la mayoría de los casos su reacción es de sorpresa, porque se enfrentan a realidades que-como dices tú-no se imaginaban. Pasa especialmente con el Cinema Novo, de Brasil, que parece tan cercano por una cuestión de continente pero las propuestas que se exponen ahí les llama mucho la atención y principalmente el caso del que sería como el emblema del taller que es Glauber Rocha. Este cineasta maneja todo un cuento respecto a la búsqueda, desde la forma, de la identidad brasileña  y latinoamericana. Ellos se sorprenden de encontrar estas propuestas que les arma alguna idea de lo que está pasando en otras partes de América Latina, como Argentina y Perú. De repente hay muchas coincidencias entre lo que está pasando en Chile a nivel país y lo que está pasando en un país como Perú. Me acuerdo especialmente en las películas de Josué Méndez, como Días de Santiago o Dioses, que en algún momento les chocó mucho esa realidad, no se imaginaban un cine peruano así, tan confrontacional. Ellos estaban con la idea de quien es el cineasta más nombrado, que es (Francisco) Lombardi, que trabaja un cine más venido de la literatura, más clásico, que responde más a la estructura norteamericana.

Para quienes no han tenido acceso a Días de Santiago-que curiosamente sí se estrenó comercialmente en nuestro país-es interesante el caso porque nos puede ayudar a graficar otros tipos de cine en Latinoamérica que tiene esta influencia cinéfila. Esta película, por ejemplo, está muy relacionada con Taxi Driver, porque estamos hablando de un ex soldado que toma el taxi como salida y que está recorriendo la ciudad con todo su mundo interior conflictuado, donde la violencia cumple un rol fundamental. Pero esto está instalado en Lima y es muy fuerte lo que pasa ahí. Quizás en este recorrido por el cine latinoamericano uno puede encontrarse con, por un lado, cómo está la cultura cinematográfica adquirida, donde el cine norteamericano tiene una preponderancia porque es con lo que se nos ha alimentado básicamente, pero también cómo este cine se ha filtrado por la relación que tenemos con nuestras sociedades. ¿Cuál sientes tú que es el aporte de vernos en pantalla, en los peruanos, bolvianos, uruguayos, argentinos y qué nos pasa cuando nos encontramos con estos espejos?

-Yo creo que lo principal que pasa es derribar un poco el prejuicio. Sería bueno ahondar en ese punto, porque hay un desconocimiento de lo que pasa al lado, no hay material, no hay soporte. Me tocó entrevistar alguna vez a Marcelo Piñeiro, director argentino, y le pregunté qué sabía del cine chileno y se quedó en (Silvio) Caiozzi y La luna en el espejo. Estamos hablando que ha pasado mucho tiempo y muchas películas y el tipo no conocía porque no llegaba nada allá.  Entonces creo que el hecho de derribar prejuicios es muy importante y, siguiendo con Días de Santiago ya que la estamos tomando, cuando se estrenó en Chile hubo mucha gente que dijo “otra película más donde se pone el incesto como tema principal”, pero no es casualidad que Perú tenga la mayor tasa de incestos. Es decir, no es por ser efectista, pero si lo es, es porque está muy ligado a lo que ocurre ahí. Algo parecido ocurre con la mirada desencantada que tiene el cine uruguayo desde el año 2000 hasta ahora, esa idea lacónica que como que va directamente al suicido en algunas películas, como Whisky y del malogrado  Juan Pablo Rebella. No es casualidad que Uruguay tenga un día destinado a la lucha contra el suicidio. Entonces, vamos derribando prejuicios, vamos conociendo aspectos culturales que no conocíamos y que por eso están reflejados en la pantalla, con lo complicado que es decir que una película es el espejo de una sociedad, siempre es como ambigua esa figura.

Si una persona está interesada en este Taller Latinoamericano, ¿cómo lo hace para inscribirse? Eso se puede hacer hasta el 23 de abril.

-Claro, hasta el 23 de abril están abiertas las postulaciones. Pueden encontrar información en la página del Instituto de la Comunicación e Imagen, www.icei.uchile.cl , también hay un grupo en Facebook donde hay información al respecto, sobre cómo postular. Ahí tienen que seguir una serie de procesos administrativos y contactarse con las personas en cuestión.

El horario es vespertino,  martes y jueves desde el  4 de mayo hasta el 30 de septiembre.

-Sí, son cerca de cuatro meses. Es bien extensa la jornada porque hay mucho que ver, mucho que analizar.  Algo importante que hay que destacar es que tenemos profesores invitados que ayudan a diversificar esta mirada sobre el cine latino.

Vamos a detenernos en eso entonces. Como profesor invitado va a estar Carlos Ossa,  una de las personas que más sabe de las relaciones entre visualidad y sociedad.  También Óscar Cárdenas, cineasta, director de Rabia, y Cristián Sánchez,  un lujazo de profesor invitado.

-Sí, seguimos construyendo esa idea de diversificar. Está Óscar Cárdenas respondiendo a una nueva generación, se puede decir, pese a que lleva un tiempo en esto del cine, pero estudió cine tarde. Está trabajando una línea que tiene mucha coincidencia con lo que nosotros tratamos en el taller: esta cuestión crítica que-pese a que él lo niega-uno lo puede desprender de su cine. Cristián Sánchez, si bien lleva hartos años, ahora está teniendo todo este “revival” con lo sucedido con la investigación que hizo Jorge Ruffinelli sobre su cine. Entonces es interesante tener cineastas que hablen de sus puntos de vista sobre el cine latino y curiosamente ellos escapan de esto, les carga la rotulación de cineastas latinos, son muy distintos a lo que ellos hacen.

Cristián Sánchez, es uno de los cineastas chilenos que tiene mayor conciencia de la teoría respecto a por qué hace lo que hace. Exponerse a sus clases y a la reflexión que tiene de sus propias películas, es muy interesante.

-Sí, a parte lleva un montón de tiempo haciendo clases, saca mucha inspiración de cineastas que son importantes para el cine latino como (Glauber) Rocha, (Luis) Buñuel,  Nelson Pereira Dos Santos y (Raúl) Ruiz que es su maestro.

Con varios años estudiando el cine latinoamericano, ¿Cuáles crees que son las fortalezas de nuestro cine?

-Es una pregunta bien compleja, ya que la discusión parte en los años ’60 cuando muchos cineastas se preguntan por dónde atacar, y uso ese concepto porque era muy de la época. La disyuntiva era hacemos un cine de inspiración hollywoodense, tomando esa estructura, o hacemos algo distinto, porque haciendo lo mismo que ellos no podemos competir contra ellos. Ahí aparecen cineastas que intentan desestructurar una forma cinematográfica, que son en Bolivia Jorge Sanjinés, en Brasil Glauber Rocha, nombro a estos dos que son los más importantes. De algún modo ellos logran elaborar una poética personal, pero caen en un error que ellos mismos se dan cuenta, que no consiguen la adhesión del público. Entonces creo que parte importante de esta pregunta que me haces es dar con un equilibrio, tratar de lograr una forma cinematográfica que logre alguna identidad, que rescate eso folclórico. Este es otro concepto al que se le tiene mucho miedo, sobre todo las nuevas generaciones, porque está muy distante de la vanguardia. Cuando uno va hacia Claudio Rocha se da cuenta de que el folclore y la vanguardia están sumamente juntos. Yo creo que en el equilibro, que responde un poco a mi modo de entender el cine, podría estar la clave, si es que hay una. Hay otros factores que podrían entrar como el basarse en una dramaturgia interesante, también en una época en que esta dramaturgia clásica está perdida también, que nos deslumbramos con las formas que nos muestran evocaciones y planos de diez minutos de la naturaleza y tenemos un montón de medios que adoran ese cine, aunque sin mucha justificación. Se está perdiendo esa idea del relato aristotélico, está perdido. Entonces nosotros muchas veces hemos planteado en el taller, hemos llegado a esa conclusión, que hoy es tan difícil llegar a hacer una película de una forma alternativa, que una con un relato clásico.

El arancel total del taller son 180 mil pesos por los cuatro meses, no hay costo de matrícula, y para alumnos o ex alumnos de la Universidad de Chile que quieran tomarlo cuesta 150 mil pesos. Se entregará un diploma a los alumnos que tengan un mínimo de 75 por ciento de asistencia. El horario es vespertino, martes y jueves desde las 19:00 hrs., hasta las 21:15 en el caso del martes y hasta las 22:00 los jueves, desde el  4 de mayo hasta el 30 de septiembre.