Entrevista a José Luis Sepúlveda, co-director de “Mitómana”
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La actriz Yanett Escobar se detiene en la entrada del Metro Elisa Correa y encara a los transeúntes: “Ellos nos representan a nosotros y se burlan de nuestro día a día en pantalla grande. Usted señora, no se parece en nada a la Tamara Acosta”. Esta arenga en contra del cine de ficción tradicional es una escena de Mitómana, y es casi su declaración de principios. José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola son sus directores, una dupla que se dio a conocer el 2007 con el estreno de El Pejesapo, una película considerada clave dentro del cine chileno del nuevo siglo, según varios rankings y críticos locales. Su crudo realismo, junto a una búsqueda enconada y crítica por un cine social sin efectismos, fueron los factores que más se le alabaron.

Mostrada por primera vez el año 2009 en el Festival de Cine de Valdivia, Mitómana llega al fin a una sala de cine. Entre el 21 de agosto y el 3 de septiembre se exhibirá en Sala Cine Radical (Monjitas 580), pero en estos cuatro años la cinta ha cambiado mucho. De hecho, será una versión terminada recién durante estas semanas.

¿Porqué realizaron Mitómana, cuál es la búsqueda que se plantearon?

– Queríamos probar otra forma de enfrentarnos al cine, pero desde la actuación, por eso la película cuestiona la actuación. Creo que grafica una experiencia en torno a la actuación, principalmente en lo que se refiere al tema en cómo se podía enfrentar alguien del cine “clásico-comercial” chileno a una película que no lo era. Por ahí partió el proceso, que es lo que más o menos nos interesa ahora hacer. Pero también parte de la idea de hacer una película también de bajo presupuesto, no teníamos ni uno.

La temática de la película, cierta lectura, es alguien que es ajeno del lugar y trata de insertarse. Tiene que ver con una metáfora del cine chileno actual y del cine chileno post dictadura, donde hay una cierta reinvindicación de lo social, pero desde una perspectiva del consumo o de una perspectiva de no querer tocar a profundidad el tema. Todos hablaban de la democracia y todos sabemos que tiene un montón de complejidades, que hay una caparazón que muestra puras mentiras. Era justamente tocar ese tema. Como este personaje se podía adaptar a una realidad social que no es considerada hasta el día de hoy. La gente de ahí sigue tirada, construyen esas casa Copeva, dejan los caminos a medio terminar y, si los terminan, son para que pasen los pacos o para que pasen camiones vendiendo cosas. Porque a ninguna de las personas que viven ahí se les pregunta si podía pasar ese camino por ahí.

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La película se ha dado en algunos festivales, dentro del FECISO (festival que ustedes mismos organizan). Con esto, la película ha creado un fuerte boca a boca, igual que con El Pejesapo. ¿Cómo explicarías esto?

– Con El Pejesapo tuvimos cierta aceptación de un público que en verdad no conocíamos como espectador. Nunca habíamos analizado el proceso de espectador. Nosotros queríamos hacer películas para la gente que tenemos más cerca, pero resulta que esa película nos permitió conocer otras gente, otros países también. Entonces el camino ideal hubiera sido que nosotros estando allá en esos festivales internacionales, hubiéramos entrado en esa vorágine de la construcción del cine dominante, de atreverse a estar ahí, pedir becas en Cannes, etc. Ese era el camino que uno podría haber seguido, pero no nos interesa, nos interesa estar más cerca de lo que uno quiere explorar, experimentar.

¿En ese sentido tu crees que ha funcionado ese camino?

– Es difícil porque igual hay otros ribetes, que son por ejemplo que de cierta forma la gente está super atrasada en lo que ve y se va a dejar llevar por cualquier luz que se la aparece en una publicidad. Pero pienso que es un trabajo que tiene que hacerse y lo estamos haciendo a través de Feciso. Igual, la película se ha mostrado en un montón de partes, en Renca, en La Pintana, donde se hizo también. Se mostró en el Bafici en un Hoyts y en un Club Deportivo, en España. en un a casa ocupa, etc.

Pero no se cierran a otros lugares, como la Sala Radical ahora.

– Donde haya un espacio de discusión, con respeto, se puede dar. Pero si uno va como especie de adorno, eso no.

¿Cuál es la posición que tienen frente al cine chileno actual, ante su internacionalización a través de plataformas de distribución especializadas en ello?

– Es una farsa que corresponde, como decirlo… al sonambulismo político. Ellos se mueven dentro de una perspectiva política, en términos estéticos y de contenido que en realidad no es así. Es un show donde de lo que se trata de buscar adeptos afuera. Ellos van a esos mercados y pagan por estar en esos circuitos y se tratan de posicionar como una exportación no tradicional. Es una cosa muy rara el cine en términos de lo que ellos han tratado de hacer. Claro, van a tratar de decir que tienen frutos, que las películas han estado en los Oscar. Pero finalmente eso es lobby, los que estamos en el tema cachamos que eso es lobby, cachamos como se maneja. Al final esto se convierte en negocios personales, porque los mismos que están en Cinemachile son los que producen y distribuyen las películas. Es cosa de leer los créditos.

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¿Cuál sería la respuesta a ese cine?

– Mira, si yo creyera en las políticas públicas, si lo creyera, creo que debería ser más pareja la cosa. No deberían enriquecerse haciendo películas y luego ellos mismos sobarse el lomo, cuando en verdad son puras copias y zalamerías. No tiene ninguna originalidad, ni sacrificio en términos de arte, como ellos lo quieren poner. Porque en el fondo les da lo mismo.

Estas posturas y sus películas igual tienen reacción en ciertos realizadores nacionales. Han sido catalogadas como películas con mucha rabia, con odio. Que de ahí vendría el origen de su potencialidad.

– Yo creo que es un juicio bastante superficial porque los personajes que nosotros mostramos en nuestras películas son unos que buscan su libertad. Para mí, una persona que busca eso no es amargada ni pesimista. Puede tener cierta actitud y cierto carácter, pero que alguien que venga a decir eso, es alguien que no tiene mucha perspectiva de lo que está viendo, quizás. Pero en sí, nuestro cine radica en ese tipo de potencialidad. Lo que sí es amargado y, en verdad reaccionario, son algunas películas recientes. Es un conservadurismo que filma temas políticos que son mostrado superficialmente, que al final son mostrados como un show. Nosotros pensamos que esas experiencias históricas hay que tomarlas en serio y, frente a esto, yo creo que nuestra perspectiva es positiva. No las encuentro amargadas.

¿Crees que el cine de ustedes es un rescate de un cine social, comprometido, que se perdió con la dictadura?

– Es cuático igual, porque al principio a nosotros nos gustaba El Chacal, nos gustaba la escena del angelito de Largo Viaje y habíamos visto una que otra cosa más de los años 60 y que tenía cierta cosa interesante. O las películas de Raúl Ruiz, Aldo Francia. Pero en realidad nunca quisimos acercarnos tanto a eso, lo que en verdad nos llamaba la atención era la voluntad y actitud con la que se trabajaba. Eso yo creo que puede ser cercano. Pero en términos de lo político, yo creo que estamos lejos de hacer un cine “estanilinsta”. Yo creo que es mucho más escéptico lo que estamos haciendo nosotros. Yo creo que es un cine más de izquierda, pero en términos más actuales, de lo que se está viviendo.

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¿A qué responde este proceso de trabajar tanto Mitómana, de montarla una y otra vez, en casi cada exhibición que hacen?

– Primero, yo creo que hemos tenido problemas para distribuirla, para definirla, porque toca temas que son más complejos y no todas las salas o festivales les interesa. Igual la gente se da cuenta que la película tiene un trabajo detrás potente. En cierta forma, se nota, se transmiten las imágenes. ¿Porqué ha cambiado tanto en el montaje? Es porque nos gusta ir variando las cosas, poner imágenes nuevas, sacar otras.

Es como algo cercano a la poesía, aquello que el poema no se cierra nunca.

– Yo creo que tiene que ver con eso. Nos preparamos para un montaje, pero después pensamos que podemos agregarle algo más. Estamos jugando todo el rato con eso, uno tiene que jugar, pasarla bien. Con eso, ¿cómo vamos a ser amargados?

¿Porqué crees que estas películas crean tanta expectativa, si finalmente se dan tan subterráneamente, cómo explicas ese boca a boca tan potente que crean?

– No sé porque responde ese tipo de cosas, pero lo que sé es que de cierta forma hay una, como decir, hay un dicho que dice “cuando la canción es buena, hasta con guitarra de palo suena bien”. Igual hay gente común y corriente que cree en el trabajo, lo va y lo siente y cree que es de verdad y lo difunde. Y hay otra gente que no. Pero yo creo que en verdad es porque nosotros no tratamos a la gente de tonta. En cambio el cine más dominante, o el que quiere pasar como europeo, lo hace.

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¿En qué sentido?

– Yo creo porque hay una conversación mucho más horizontal con el espectador. En términos de que se plantean temas mucho más cotidianos y no tan engrupidos, no con una visión que busca embellecer, con una belleza proveniente de una estética dominante.

Crees que sería debido a una autenticidad que poseen.

– Yo creo que sí, y también con una cosa de que uno ha estado más cerca de esas problemáticas sociales. Pero además de ese proceso que implica haber vivido cerca de eso, también está el proceso de tomar en cuenta y escuchar, escuchar un poco a la gente con la que uno vive y se relaciona. Tratamos de trabajar una idea que emane más desde dentro, pero con todas las complejidades que hayan. Porque en esta película se tocan temas como el arribismo social, el clientelismo, el asistencialismo, que son conceptos que emanaron con la concertación y que empezaron con la dictadura.

¿Los procesos con los que desarrollan cada película, visual y narrativamente, dependen del tema que abordan o ustedes buscan explotar cierto estilo común en todas?

– Puede ser, pero tiene que ver con plantear un equilibrio, para donde se va la bola. Es una cosa muy extraña, no podría decir cómo hacer una película de nuevo, dos veces. Igual ensayamos y vemos posibilidades. Hay que ir probando, nunca no hemos quedado con repetir El Pejesapo o Mitómana.

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Y en el sentido económico, ¿siempre el autofinanciamiento ha sido el camino?

– Con Mitómana y El Pejesapo ha sido así. Pero, por ejemplo, el documental que estamos haciendo ahora, Crónica de un comité, responde a un encargo político, pero que ya traspasó una parte de creación que está bastante interesante. Es sobre un comité que se formó contra la justicia militar.

También están terminando un documental sobre el Manifiesto de los cineasta de la Unidad Popular, sería bueno verlo ahora a 40 años del golpe…

– Sería bueno que saliera ahora, está contingente. Se ponen a pelear entre ellos y se dicen cosas importantes en términos de disgreciones ideológicas. Ojalá salga pronto, también hay algo que se está escribiendo al respecto.

Finalmente, ¿tú crees que el cine espectáculo es totalmente desechable? ¿Que verlo como distracción es totalmente despreciable?

– Nunca he tenido una posición ni estalinista o dictatorial respecto a las cosas, igual si alguien quiere entrenerse viendo una película no es malo. Ahora si esa película igual tiene un trasfondo que corresponde al valor capitalista, que lo defiende, no me interesa. Eso es atentatorio. Yo creo que las luchas anticapitalistas tienen que ser distintas y si uno admite todo el rato ese tipo de espectáculos, no creo que vaya a cambiar en algo la cosa. Eso es lo que uno busca.