Los dos largometrajes (La comodidad de la distancia y Fragmentos de Lucía) del realizador Jorge Yacoman se emparentan en una búsqueda de personajes despojados de afectos, de cercanías. A partir de eso, van en búsqueda de algo que los redefina. Una propuesta que suena bastante ambiciosa para alguien que recién comienza a dar sus primeros pasos. Por ello, ambas películas sufren altos y bajos, ripios, desconexiones y momentos logrados. Pero todo deja en claro que esa búsqueda (tanto fílmica como identitaria) aún está en pleno proceso de maduración y búsqueda de un lenguaje propio. Y si La comodidad de la distancia estaba algo más de la mano de la improvisación, del corte forzado, en esta nueva película (Fragmentos de Lucía) hay planos largos que buscan la reflexión y la introspección de su protagonista. Hay una mayor confianza en el tiempo real. Finalmente, Yacoman además se arriesga en la distribución de sus largometrajes, ambos estrenados en lo que va de este año. Todo un récord.
Esta entrevista fue realizada en el programa Radiópolis de Radio Universidad de Chile, en conjunto con Rodrigo Alarcón.
A pesar de ser un director muy joven, este es tu segundo largometraje y, al mismo tiempo, es la segunda película que estrenas en el año. ¿Cómo logras este registro?
Fue un poco loco todo. Habíamos pensado en estrenar La comodidad de la distancia el año pasado, como en marzo, y por distintos problemas no se pudo. Ahí yo estuve grabando Fragmentos de Lucía y tuve que olvidarme de La comodidad de la distancia. Cuando terminé de grabarla ahí pude ponerme a trabajar en su estreno. Postulé a Corfo, armé un equipo para la distribución y difusión, pero finalmente fue todo contra el tiempo, porque con Fragmentos de Lucía ya tenía una fecha definida de estreno. Entonces hubo que estrenarla lo antes posible para que no chocaran. Fue un estreno más bien simbólico, en un par de salas, como la Cineteca y en Cine Radicales. La iba a seguir mostrando, pero tuve que parar para enfocarme en Fragmentos. Fue bien loco todo.
¿De dónde surge la idea de Fragmentos de Lucía?
Tenía varias ideas que quería hacer. Una era grabar en Valparaíso, porque me gustaba mucho la ciudad y estaba un poco chato de Santiago. También, por otro lado, quería un personaje femenino, porque en mi primera película son puros hombres, todo el rato se trata sobre los hombres, todo bien existencialista. Acá quería hacer algo más concreto, desde el lado femenino, en la relación madre-hija, entrando en la sicología de la mujer. Después salió lo del trastorno bipolar que es todo un tema, un mundo delicado de entrar, porque es una enfermedad bien compleja, sobre todo de mostrar en el cine. Entonces me interesó todo esos pequeños mundos, todos esas fisuras que tenía y todo se empezó a juntar, comenzó a tener sentido. De ahí, surge también todos esos mundos con los que Lucía se comienza a encontrar.
Hay un tema personal quizás. Tu viviste en México y de algún modo, se relaciona con la historia, ¿es así?
Yo creo que el tema personal de México se relaciona más con la primera película, aunque sí, acá Lucía también vuelve de Argentina después de haber vivido un par de años, pero ella está como reconstruyendo su historia. Ya es una mujer hecha, armada, con toda su vida muy clara. Pero llega a Valparaíso en una situación muy despojada de todo, como para reconstruirse. Busca a su madre, se pregunta por qué la abandonó, tiene muchas preguntas. A diferencia con La comodidad de la distancia, en donde era un joven buscando su identidad, saliendo al mundo recién, buscando su camino. Esa era la gran diferencia.
De todas formas parece haber una unión entre ambas películas, en cuanto a un transitar no sólo físico, sino también existencial. De buscar el verdadero rumbo para sus vidas. A propósito de esto mismo. Da la idea que el guión, a través de ese transitar, también estuvo abierto a la improvisación, a interactuar con los espacios. ¿Fue así?
Acá fue mucho más apegado al guión que en La comodidad de la distancia, ahí a veces nos poníamos en la calle y nos poníamos a grabar varias horas. Hablamos con gente para ver si querían actuar y sacabamos cosas interesantes que luego incluimos. Fue algo que hicimos más al inicio del rodaje, para entrar un poco a ritmo con la historia. Con Fragmentos de Lucía, fue todo mucho más pegados al guión, con harto ensayo.
¿Por qué?
Sentí que era mucho más complejo. Cuando comencé a trabajar con las actrices, era muy difícil. Requería mucho ensayo, mucho desarrollo de personaje y todos los diálogos tienen muchos matices. Son escenas muy largas también, entonces no había forma de engañar con el montaje, por ejemplo. Acá son puros planos únicos en cada escena, no hay corte, nada. No hay como engañar, tenía que ser todo una continuidad muy clara.
Recordaba que esto coincide con otra película recientemente estrenada que es Vida sexual de las plantas, en donde también es una mujer la protagonista y también el director es hombre que se sumerge en ese mundo femenino. ¿Para ti cómo fue ese trabajo y qué participación tuvo Javiera Díaz de Valdés en este proceso?
Me llamó harto la atención Vida sexual de las plantas, me gustó mucho. Y sí, a mi me recordó también el trastorno bipolar de Lucía, el de cuestionarse también el rol de las mujeres. Acá el trabajo con Javiera fue bien directo, yo le dije: yo estoy aquí para aprender de ti, es tu mundo y yo vengo aquí a aguantar todo lo que tengas que entregar. No podía meterme en su cabeza y decirle así es. Ella ponía, de cierta forma, las reglas, pero yo era el director y controlaba lo que servía. El trabajo con Javiera también fue muy largo, fueron más de seis meses donde nos juntábamos dos o tres veces a la semana, unas dos o tres horas. Eran más que nada conversaciones, casi como ir al sicólogo. Eran muy íntimas, muy buena onda, todo muy relajado, todo para encontrar un lenguaje en común para que en el rodaje yo pudiera decir algo y que nos entendiéramos rápidamente.
¿Fue ella la primera opción?
No, el casting también fue bien duro. Yo tenía una actriz al principio y no funcionó. Después hice un casting abierto y llegaron unas 80 actrices, también unos 100 curriculums. Todas tenían algo interesante, pero no me convencían. Llegaron actrices de 23 a 35 años y no encontraba. Pasaron varios meses buscando y probando, y nada. Después estuve con una serie de actrices probando más profundamente, que en el fondo yo hacía de sicólogo, porque como el personaje no tenía mucho diálogo era la forma de probar. Requería mucho de la vida personal de la actriz. Después de que descarté a estas actrices, conocí a Javiera. No conocía muy bien su trabajo, sólo la había visto en Sexo con amor. Tenía además muchos prejuicios con ella, pensaba que era más modelo. Además, tenía la idea en un principio de tener una actriz desconocida y Javiera era algo totalmente opuesto. Primero tuve que romper ese ideal que tenía, fue difícil. Me contacté con ella, le mandé el guión, nos juntamos y fue casi inmediata la decisión. Igual me tomé el tiempo de hacer ese proceso de casting que había hecho con todas.
Este proyecto pasó por un proceso de crowdfunding, estos financiamientos colectivos que se hacen por internet. ¿Funcionó esto finalmente?
En realidad el crowdfunding fue como el último recurso, porque pasamos como un año moviendo el proyecto por laboratorios y festivales. Postulamos al Fondo Audiovisual y cuando no nos ganamos eso ya teníamos todo armado, había una fecha tentativa de rodaje y decidimos igual darle. El crowdfunding buscaba juntar plata para lo básico, es decir, comida, alojamiento y algo de sueldo para el equipo, para estar todos tranquilos. Fue justo un mes antes del rodaje y llegó un momento en que nos dimos cuenta en que no funcionó, la gente preguntaba si íbamos a rodar igual, nos lanzamos igual. Juntamos el 30 por ciento, dos millones de ocho.
¿Qué crees tú, que faltó más tiempo?
No sé, fue raro, porque yo esperaba que nos fuera mucho mejor, pero no se dio.
En ese sentido, estamos viendo una película de muy bajo costo, ¿no?
Si, finalmente gastamos como cuatro millones y medio. En Valparaíso nos alojamos en una hostal en donde nos cobraron cinco lucas la noche por persona.
Mucha buena voluntad entonces.
Si, en Valparaíso nos acogieron de una manera muy increíble.
Aparte de Javiera Díaz, hay un par de actores reconocidos que son Alejandro Sievenking y Pablo Schwarz. También se dio con ellos una buena voluntad, que se interesaron por el guión.
Si, todo partía por el guión. Confiaban mucho en el guión y también tener mi primera película les daba más tranquilidad. Pablo Schwarz trabajó gratis y además se pegó el pique para Valparaíso en su auto. Grabó súper bien y todo gratis.
¿Cómo fue la aproximación a la ciudad, como escenario? Te lo pregunto porque Valparaíso aparece en varias películas y se puede mostrar tanto como una linda postal, pero también está el Valparaíso más hostil.
Mi aproximación fue bien turística primero. Era más de sensaciones, de misterio por esos rincones más laberínticos. Después estaba toda esa pregunta de ¿con qué derecho yo voy a hacer una película de Valparaíso, siendo de Santiago? No pensé tanto en realidad eso. Después cuando contacté a una productora de allá que se llama Macetero, nos ayudaron con las locaciones y el casting. Ellos si bien reconocieron que el guión tenía ciertos lugares comunes, o postales, también tenía otro que no eran tan postales y les llamó la atención. Yo creo que igual que lo que tiene Valparaíso es que tu vas a cualquier lugar y es una postal, todo tiene una cierta belleza y es difícil salir de la postal. Yo vi muchos trabajos de gente de allá y mostraban los lugares más turísticos, al final la gente de allá se queja porque dicen que sólo hacen cine mostrando postales. Pero es muy difícil salir de esa postal. Yo creo que todo está en el ángulo también. Igual filmar en invierno, que todo esté más oscuro, jugar con la luz, le da otra mirada.
De todas formas la película comienza siendo bien hostil con Valparaíso, porque ella a las cinco minutos es atacada. Pero después otra gente la acoge y se vuelve más acogedora. Más que paisajes, parece ser que la gente es la que hace la diferencia. ¿Eran esas otras actrices porteñas?
Si. Hay una mezcla. Me llevé un par de actrices de Santiago porque necesitaba ensayar y tener un cierto control, porque varios de allá los conocí en el mismo momento. Bueno si, parte bien violento, fuerte, pero después está todo ese mundo femenino que la ayuda. Está eso en la gente de Valparaíso, son muy acogedores y es algo que no me imaginaba que pudiera pasar en Santiago. Por eso me interesaba hacer la película allá. Eso me interesaba mucho.