Entrevista a Francisco Hervé
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Francisco, el estreno de El poder de la palabra viene muy bien acompañado porque ustedes ganaron recién en Valdivia el premio Moviecity …
-Sí, para mí fue muy impresionante haber ganado un premio del público en una categoría donde estaban todas las películas de ficción y documentales que se han estrenado durante el año en Chile, compitiendo con largometrajes de ficción. Hay que decir que hubo dos premios en esa sección y que el primer lugar lo tuvo La Nana y el segundo El poder de la palabra.

El premio Moviecity,según entiendo, significa que ese canal de televisión por cable va a exhibir la película para toda Latinoamérica.
-Sí, eso es lo que tengo entendido yo también, aunque aún no se ha llegado a la concreción de eso.

Además, obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Documentales de Santiago, de este año. ¿Por qué crees tú que ha tenido esta buena recepción?
-No sé, siento que estoy muy cerca de la película como para decir eso. Creo que tiene algunas gracias y una de ellas es que es entretenida. Eso de alguna manera es como una novedad porque pienso que el público tiene un prejuicio frente al documental, de que es interesante, informativo, pero que no es tan agradable de ver, como que uno tiene que hacer un esfuerzo. Entonces, personalmente creo que El poder de la palabra  no es un esfuerzo sino un placer.

 Ahora, uno también podría suponer  que la buena recepción puede tener que ver con el tema que tú escogiste que es súper idiosincrático y cercano.  El poder de la palabra cuenta la historia de un grupo de vendedores ambulantes de las micros amarillas y cómo ellos se enfrentan a la al cambio que significa  Transantiago. Me imagino que en ese proceso también hay una lectura respecto a cómo nos enfrentamos a la “modernización” y a los cambios…
-Exactamente, de eso se trata. Creo que es una película que, por un lado, tiene una historia personal de un personaje principal que es Hardy Vallejos. Él es el protagonista de la película y a través de su experiencia y la de su familia y amigos es que vemos todos estos cambios que ocurren en Chile. Sin embargo, la idea también es centrar la mirada en qué significa creerse o tratar de ser modernos. Yo creo que ahí hay algo que a mí me interesa harto… La película se llama El poder de la palabra pero también podríamos llamarle “El poder de la apariencia”. Ese es el juego que yo veo en la realidad y que trato que se refleje en la película. La apariencia se transforma en una cuestión más valiosa que la realidad. Eso se ve en los personajes y en el país. Por ejemplo, y es una cosa muy obvia, Transantiago era Chile queriendo verse moderno, entonces no podíamos tener micros amarillas, feas y llenas de adornos. Teníamos que cambiarle el color y sacarle todas esas cosas y además a toda esta gente- que son miles-que trabajan informalmente en las micros, y que es antiestético. Cambiar la apariencia es lo que se hace antes de cambiar las cosas más profundas. De la misma manera ellos, para luchar frente a este sistema que los está tratando de eliminar, empiezan también a cambiar su apariencia. El primer acto que hacen es hacerse un uniforme y eso los hace sentir que ahora sí pueden ser validados y modernos.

Es interesante como eso también está instalado en la gráfica de la película. Les invito a ver el afiche en este mismo sitio, que mezcla estas dos estéticas. También los créditos de la película, la sinopsis, las presentaciones están hechas con la clásica gráfica a mano, artesanal, de las micros amarillas. En Buenos Aires ese tipo de “filete” es muy valorado e incluso se lo vende  como un recuerdo, en cambio nosotros tratamos de hacerle el quite, como si eso no fuera parte de nosotros. -Sí, ¿por qué? Yo no lo entiendo. Fue bien impresionante porque tuve la posibilidad de conversar con los diseñadores a quienes les encargaron hacer el diseño del Transantiago y ellos en sus primeras presentaciones frente a quienes los contrataron les planteaban recuperar todo este valor histórico de tradición e incluso usar la palabra “micro”, pero su idea no fue aceptada. Pidieron partir de cero, con algo que se viera realmente moderno, y yo encuentro que ahí se equivocaron rotundamente, hay una falta de visión que me sorprende.

Tu armas esta narración a partir de Hardy Vallejos, me imagino que ahí estás armando un personaje nacional, un tipo de sujeto que se instala desde esta profesionalización para ofrecer un producto.
-El vendedor ambulante propagandístico, que viene siempre por encargo de una institución. A veces también es una fantasía impresionante porque dicen que vienen de parte de una editorial que está preocupada por la educación de la familia y por eso te trae un libro. Se crea una fantasía de un país maravilloso, donde existen todas estas instituciones benefactoras que hacen cosas a tan poco precio para que todos nos beneficiemos.

Ahora, haciendo ese recorrido, siguiéndolo a él o a sus colegas, hay una cosa impresionante que es cómo la sociedad civil se organiza frente a este asunto porque estamos hablando que ellos llegaron a constituir una asociación gremial de dos mil personas…
-Sí, es impresionante lo que pasó con ellos. Cuando empezamos a grabar el documenta no existía nada de eso. Ahora, no puedo ser deshonesto, yo sabía que Hardy tenía ganas de asociarse, por eso lo escogí. Yo creía que lo que iba a ocurrir era que se iban a asociar los que vendían en las micros en Ñuñoa y que iban a pedir un permiso municipal, pero lo que hicieron fue hacer un sindicato nacional, en varias ciudades de Chile, con dos mil y tantos inscritos en Santiago y plantear un cambio a la ley que prohibía el comercio ambulante en las micros, cosa que lograron hace dos semanas. En el documental no llega el seguimiento hasta el momento en que cambian la ley, pero ahora eso ya se logró. Ahora es legal vender arriba de una micro, pagando impuestos, iniciando actividades y organizados en algún sindicato.

Siempre cuando uno hace un documental está la clásica discusión sobre qué pasa cuando uno instala la cámara, porque el sujeto que uno está siguiendo también es transformado por este ojo mecánico que le mira. ¿Cómo fue tu relación con tus protagonistas en este proceso?
-Mira, yo creo que eso pasa casi siempre, pero nosotros grabamos casi tres años, entonces de verdad que se olvidaron de que los estábamos grabando y pasamos a ser un ser más y la cámara dejó de intervenir tanto. Igual creo que siempre interviene de alguna manera, por lo menos inconscientemente, pero en realidad no creo que sea algo que se sienta.  En el montaje buscamos mucho seleccionar siempre las partes donde aparecen ellos de una manera más natural, porque a veces uno siente que dicen cosas porque está la cámara. Eso lo dejamos fuera y el efecto es que uno siente que está viendo algo que tiene lugar en la vida de estas personas más allá de las cámaras.

¿Y qué te pasó a ti durante la filmación? Porque fueron tres años…de tener una relación que termina siendo personal, de cariño con esta gente.
-Creo que es interesante el que nos fuimos encariñando con este deseo de los trabajadores de las micros de ser reconocidos como personas dignas. Me parece que eso fue lo que más me impactó, darme cuenta de que lo que les dolía no era tanto no tener permiso, y que no luchaban tanto por cambiar la ley, sino porque los viéramos como seres humanos. Eso lo encuentro brutal, que en el año 2009 tengamos miles de personas trabajando, haciendo un esfuerzo por parar la olla, y que los miremos como algo desagradable, molesto, que es antiestético y no nos demos cuenta de que son personas. Ellos mismos dicen en el documental: “me emociono de que ahora nos vean como personas”. A mí me afectó darme cuenta de que era realmente eso lo que pasaba, aunque hablaran de cualquier otra cosa, lo que había como subtexto era la dignidad.

Ahora, tus protagonistas lograron lo que buscaban ¿Sentiste que estabas contando la historia de una Victoria?
-Bueno no, en realidad cuenta la historia de una derrota yo creo. Aunque hoy día eso ha cambiado. En el documental, hasta el momento en que grabamos, no parecía que les fuera a ir tan bien. Yo creo que es una muy buena noticia que esta ley se haya cambiado pero creo que, de todas maneras, hay algunas cosas que se ven en el documental que tienen que ver con asuntos más permanentes que una ley y que es cómo funciona nuestra sociedad, a qué le damos importancia y esta idea de la modernidad. Entonces yo creo que ellos finalmente lo que lograron es hacerse visibles, lograron tener una apariencia, y por eso se les está permitiendo existir. Pero no ha cambiado la cuestión de fondo, que si tú no te creas una apariencia de dignidad no tienes dignidad en sí misma.

El poder de la palabra se puede ver en la Cineteca Nacional y en el Cine Arte Alameda, pero también en otras salas gracias al proyecto “El Documental del mes”.
– “El documental del mes”, permite que esté en otras dos salas también: en la Sala de Cine UC, que no está todos los días, como en los otros dos lugares, y también en la Cineteca de la Universidad Católica de Valparaíso. Esto es gracias a una productora privada española llamada Parallel 40, que lleva haciendo esto hace cinco años. Partieron en España en pocas salas, como acá en Chile que son cuatro, y allá ellos ya tienen 45. Por eso es una excelente noticia para nuestro documental porque se va a estrenar en 45 salas. Además la próxima semana se presenta en uno de los festivales más importantes del mundo que es el Festival de Documentales de Amsterdam.