Último año: de la sordera a la invisibilidad
Películas relacionadas (1)
Último año (2017)

¿Qué haría usted si su hijo o hija tuviera el riesgo de quedarse sin colegio después de octavo básico? En el mundo hay más de 70 millones de personas sordas, 500 mil de ellas viven en Chile y para la mayoría de ellas completar la educación media es un desafío de grandes dimensiones. No por incapacidad intelectual o falta de voluntad, sino porque el sistema educacional chileno posee pocos espacios en condiciones para acompañarles en su desarrollo. En una sociedad en que la educación se instala como la única puerta de entrada a un futuro digno y en donde se ha hecho un largo camino de lucha social para recuperarla como un derecho, este documental expone la difícil realidad de personas que no sólo deben luchar con sus propios límites sino con otros  que la sociedad constantemente les impone. 

Los realizadores Viviana Corvalán y Francisco Espinoza registran el último año en la educación básica de cinco alumnos del colegio Santiago Apostol, colegio para niños sordos que no posee educación media, por lo que, durante este periodo, los adolescente debe prepararse para enfrentar una nueva realidad fuera del espacio que ha sido su hogar durante varios años, mientras sus madres van de colegio en colegio buscando un lugar para que estos jóvenes continúen su educación. En el proceso el documental va dejando en evidencia lo inadecuado del sistema educacional actual para recibir y educar a personas con discapacidad auditiva.

La película está enfocada en la experiencia de este grupo de adolescentes, en la manera en que ellos viven este proceso, en sus miedos y temores y en las dinámicas que han desarrollado como grupo. La idea de separarse también es algo que les inquieta, al mismo tiempo que son conscientes de que el mundo fuera del colegio será mucho más hostil que el conocen hasta ese momento. La propuesta visual de la película está siempre en el habitar de los chicos y no busca dulcificarla para el espectador. Al contrario, los silencios y los ruidos de las manos al moverse veloces en el lenguaje de señas es la banda “sonora” de gran parte del documental, lo que exige al espectador estar absolutamente pendiente de las imágenes y de los subtítulos que explican lo que se dice en señas, introduciéndole en otro tipo de experiencia audiovisual y ayudándole a empatizar con sus protagonistas.

La realidad de la “educación integral” queda expuesta en toda su brutalidad hacia el final de este documental. Los chicos entran a colegios que no están preparados para recibirles, y en  donde su aislamiento se acentúa por la falta de empatía de sus compañeros y de  un sistema que, al parecer, hace pocos esfuerzos para verlos y menos para escucharlos.