Sobre Héroes y de cierta comedia chilena
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Héroes (2014)

Es curioso que desde los años 40 que la comedia chilena, con vocación claramente comercial (o que busca deliberadamente un arrastre popular), habitualmente va de la mano de cierta desprolijidad. Es decir, de una apuesta visual bastante pobre, poco llamativa, junto a guiones que no se esfuerzan mucho en contar buenas historias, conformándose con confeccionar ciertos sketches efectistas y facilistas. Y se apuesta demasiado al protagonista de turno, al carisma y gracia de este, buscando que a la vez represente cierta identidad chilensis, casi siempre desde puntos de vista bastante convencionales. Léase el “rotito”, el “picarón”, el “flojo”, el “chileno chanta”,etc.

Es además un protagonista que arrastra cierta popularidad desde otros medios. Si antes fue el teatro y la radio desde donde venían estos “rostros” (como Ana González, Lucho Córdoba, Eugenio Retes, Manolo González o Los Perlas), hoy la fuente es la televisión. El resultado casi siempre fue el mismo: películas bastante olvidables, que funcionan a cuentagotas dentro de la sala de cine, que quedan en la historia como anécdotas o, algunas veces y al menos, como éxitos de público.

Pero en este último tiempo se ha intentado inyectar otra arista que resulta interesante, pero que aún así no termina cuajando bien. En casos como las películas protagonizadas por Kramer (Stefan vs Kramer y Ciudadano Kramer), en El Derechazo, Barrio Universitario y Fuerzas Especiales, se cuela una cierta crítica o ironía hacia la política o se hace eco de ciertos temas sociales bullentes. Todo esto como gancho. Pero por lo mencionado antes (la desprolijidad tanto en lo visual, como en sus guiones, quitándole toda gracia al filme) finalmente esa valedera intención termina demasiado ensuciada y finalmente inofensiva.

Esto nos lleva a plantear la siguiente sospecha: quienes producen estas películas piensan que ser masivo es equivalente a no ser tan astutos y que el público se conforma con poco. O sea, se mira en menos al espectador, creyendo que mientras más simple y efectista es todo, se puede llegar a más personas. Una idea reflejada claramente en las campañas publicitarias de cada película.

Todo esta idea es curiosa, porque cuando se insertan soslayadamente la publicidad en estas películas (el protagonista se toma una cerveza de tal marca o se come una galleta x), no se piensa lo mismo del público. Ahí se cree que el espectador es suficientemente astuto para poder decodificar ese mensaje para luego consumir el producto que se les muestra.

Dicho todo esto, nos adentramos en este nuevo estreno chileno: Héroes. Dirigida por Esteban Vidal y escrita por Fabrizio Copano (ambos también encargados de Barrio Universitario), no se desmarca mucho de lo dicho anteriormente, no rompe el molde aunque a ratos pareciera intentarlo.

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La historia plantea cierta crítica hacia la ONEMI, mostrándola como una oficina donde el sinsentido lo domina todo, gracias a una tropa de viejos que con suerte saben porqué están ahí. Chile estaría en manos de gente incapacitada y ridícula. En medio de esto, el protagonista es Copano, quien en una intención de resultar argumentalmente novedoso, parte contando que tras ingresar a trabajar en este lugar, y luego de varias circunstancias, termina salvando al país. Se convierte en un héroe junto a los viejos. La película, entonces, será el relato de cómo se posibilita todo esto. Hasta acá, nada de mal.

Pero Copano y Vidal, con una película precariamente fotografiada (muy estilo televisivo, plano, junto a un montaje básico), terminan por crear una historia que no cierra demasiado bien ninguna de sus líneas, como si todo se hubiera hecho a la rápida, con muy poca reflexión. Se saltan con facilidad muchas resoluciones y, para colmo, la historia central nunca deja de ser obvia. Una que lidera justamente Copano y su amiga de la cual está enamorada, rol a cargo de Juanita Ringeling. Una historia que nunca alza vuelo ni resulta atractiva y menos creíble, porque justamente ninguno de los dos posee el suficiente carisma para ponerse el filme al hombro. Sobre todo Copano, quien nunca resulta muy gracioso pese a su autoconfianza. No olvidar que el guión es de su autoría.

Pero qué es lo que salva a ratos la película: parte de un elenco poblado de viejas glorias de la comedia chilena. Gracias al carisma y experiencia ante cámara de Fernando Alarcón, Julio Jung y, sobre todo de Andrés Rillón, es que de Héroes se pueden recordar ciertos momentos. Por esas incoherencias que nacen de la boca de Rillón y que se potencian en unos duelos finales con Jung. Escenas que traen a colación sus sketches en “Medio Mundo”, deudores de un humor inteligentemente ilógico, como el de los Hermanos Marx. Todo lo bueno de Héroes es por la innata capacidad de ambos y por saber quebrar el cuadrado molde que el deficiente guión les impuso a sus personajes.

Son esos pocos momentos en que uno piensa que la película podría haber seguido con más confianza tales carriles, en vez de apegarse tanto a la lógica del héroe, al de la enamorada difícil y al malo que lo quiere destruir todo. Una decisión que termina por dejar a la deriva cualquier crítica que en un comienzo se esbozó hacia el manejo de las emergencias en el país. Junto a un humor muy básico, la película al final es demasiado inofensiva y poco graciosa.

Y así uno vuelve a preguntarse porqué la comedia con ansias comerciales en Chile termina optando por la desprolijidad y la autocomplacencia. ¿Por qué se trata al espectador con tan poca estima y solo se ambiciona a hacer un filme que haga “pasar un buen rato”? ¿Porqué la comedia en Chile sigue teniendo intencionalmente ese aire de producto barato, tan tirado de las mechas, hecho con tan poca cabeza? ¿Por qué la ambición es tan corta, si hasta sus mismos realizadores después en entrevistas citan como influencias grandes obras del género? ¿Hasta cuando se va a seguir subestimando a la gente?

Como dijo alguien por ahí, la comedia en el cine es algo serio. Sería hora que acá alguien haga suya tal premisa.