Perro Muerto, de Camilo Becerra
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En Perro Muerto el Santiago que se ve es árido, claustrofóbico, de peladeros, de feas líneas de trenes, de horizontes con cerros marrones. Por esos parajes circula Alejandra, una joven madre soltera de un niño que con alrededor de 8 años sólo le gusta comer completos y tomar leche en mamadera. Ella duerme mal en la noche y despierta tarde, vende ropa en la parte de los “cachureos” en una feria de Quilicura, tiene un par de amigos entre “cuicos” y “reventados”, pero lo peor es que la casa en que vive (que era de la fallecida abuela de su ausente ex pareja y padre de su hijo) saldrá a la venta. Ella no tiene donde ir y su suegro sólo quiere que desaparezca.

Así, con este nudo, este debut del director Camilo Becerra busca retratar una juventud que parece irresponsable y descuidada, pero que al final, es más víctima que otra cosa y todo se trata de una sobrevivencia existencial más que material. Se plasma entonces una búsqueda que se hace meticulosa visualmente, con planos fijos y largos, primeros planos, silencios. Una estrategia que provoca que la cinta a veces se vuelva dura de seguir.

Pero lo que la equilibra y la hace valedera es justamente esa intención de insertar a los personajes en una ciudad captada con una desnudez y naturalidad, que la hacen ver desagradablemente silenciosa en respuestas y canalla en soluciones.

Así, tal ambición de configurar la angustia de una mujer que es demasiado niña para ser adulta, con una inocencia que no tiene cabida y de una soledad que se ahonda por la incapacidad afectiva y comunicativa de todos los que la rodean (desde su hijo hasta su “pseudos” novio y su amiga) termina pareciendo verdadera y lejana a estereotipos marginales tan de cierto cine más comercial o de series de TV. Ello posibilita la aparición de ciertos grandes momentos, donde en verdad la imagen alcanza dimensiones de real emotividad y profundidad, sobretodo en esos duros encuentros de la joven con su suegro.

Quizás falten mayores amplitudes en su apuesta, quizás pensar algo más en el espectador y darles, a veces, ciertos respiros o relajos dramáticos para que la atención no se extravíe. Pero de todas maneras, con sus personajes muy bien configurados, la sinceridad en sus diálogos y actuaciones y, finalmente, ese pesar que se traspasa e incluso dura una vez que la película ha terminado, hacen que Perro Muerto sea un debut más que aceptable.