Mala junta: una ganadora dentro y fuera de la pantalla
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Fue un año de mucho cine chileno: 47 estrenos nacionales circularon por las salas nacionales. Una cantidad que iguala al récord histórico del año 2014 y que supera al 2015 (42 estrenos) y al 2016 (con 41). Lo claro es que el cine chileno lleva cuatro años estrenando más de 40 películas anualmente, lo que lo convierte con certeza en una cinematografía de gran capacidad productiva y que, además, ofrece en cartelera una alta variedad temática y genérica. Pero, claro, está siempre el tema del público y su poca cercanía y confianza hacia lo que se estrena. Pero oficiando un poco de abogado del diablo respecto a esto, y ante tal variedad, quizás es tiempo de pensar en razones ajenas a las mismas películas. Quizás el problema que aún no se piensa demasiado es cuánto sabemos de ellas, de su estreno y de qué están hablando.

De partida, debe ser mínimo, o casi inexistente, quienes hayan visto las 47 películas estrenadas durante el 2017. No sólo por el tiempo, dedicación e interés que esto implica, sino porque probablemente muchas de estas producciones ni siquiera tuvieron la difusión suficiente como para dar cuenta de su existencia y de su llegada a la cartelera. No hace falta hacer un estudio acabado para darse cuenta de la dramática poca acogida de los medios masivos a las películas locales o, al menos, el espacio que se les da comparado con las grandes producciones hollywoodenses.

Muchas de estos “mastodontes” son olvidables al primer visionado, pero cuentan con abundantes publicaciones que circulan comentando en detalle sus trailers (incluso, segundo a segundo), teorías anexas que llegan al absurdo y cuanta cosa se pueda “reflexionar” o conspirar en cuanto a los filmes de Marvel, DC, Star Wars, etc. Películas que levantan una polvadera mediática, publicitaria y comercial que nubla a la prensa nacional dedicada a la cultura y al espectáculo (a excepción de algunos blogs y ciertas notas que de vez en cuando salen en los diarios), medios que finalmente están más preocupados del efectismo de los clics que de generar espacios de reflexión no sólo en torno al cine local, sino que a todo el cine que corre por fuera de estos cánones.

Cada vez es más evidente que en estos medios de circulación masiva están bastante cómodos siendo altavoces de una maquinaria publicitaria a la cual ya le resulta demasiado fácil vender cualquier dulce, el que frecuentemente está vestido de superhéroe. Como consecuencia, la sala de cine es vista cada vez más como un espacio relacionado estrechamente al ensordecedor gran espectáculo de los efectos visuales que no siempre, y necesariamente, es lo mismo que cinematográfico. Como nunca antes, el cine es presentado como distracción y no un espacio en que uno va a entender o descubrir el mundo. Hoy, más bien, las series están desempeñando ese rol que hasta hace un par de décadas atrás el cine aún podía ostentar de poseerlo.

Frente a este panorama, y con riesgo, algunas películas chilenas buscan de todas formas jugar en esta misma cancha, la del caos publicitario. Nicolás López es alguien que la ha sorteado con ingenio estas barreras, con un buen uso de las redes, virales y manejo comunicacional, lo que finalmente deriva en los éxitos inauditos de sus películas. Un éxito que aún no se ha dimensionado ni analizado seriamente y que es la gran excepción finalmente.

Mientras que, por otro lado, unos buscan posicionar sus películas conscientes que sus tramas portan temas que son socialmente atractivos, incluso para los muy conservadores medios masivos. Este podría ser el caso de Una mujer fantástica, aunque hay que agregar acá el estatus internacional que ha logrado la cinta, con su director Sebastián Lelio y su protagonista Daniela Vega, lo que finalmente contribuye a su destaque mediático.

Encuesta 2017

Entrando ahora en el tema de la encuesta realizada por Cinechile.cl, en donde los usuarios votan por los mejores estrenos nacionales que pasaron por la cartelera por al menos una semana de corrida, es esperanzador que Mala junta, la ganadora, sea una película que justamente no tuvo gran espacio mediático, no usó una maquinaria publicitaria importante y, si bien cuenta una historia contingente (las reivindicaciones mapuches en el sur del país y su pugna con el Estado chileno), su visión es tan potente que escasamente los medios más grandes la perfilaron por ese lado.

Es un resultado esperanzador porque, finalmente, su valor surge de sí misma, de la honestidad de su historia, del buen pulso de su directora Claudia Huaiquimilla para conformar un relato de amplias dimensiones y lecturas. Por un lado, es una historia de “crecimiento” de dos adolescentes cuya realidad sólo los lanza al margen sin piedad. Y, por otro, se lanza a dar una visión naturalista y emotiva, pero sin panfletos, caricaturas ni ideas de brocha gruesa, de una realidad concreta que genera fuertes debates actuales, con opiniones generalmente nacidos de contendores que se han dado muy poca molestia en conocer de verdad esta realidad.

Que Mala junta enfrente todo esto, sólo “armados” de una sinceridad que denota conocimiento de lo que está contando y, claro está, eficacia narrativa, la convierte en un filme no sólo importante y valiente, sino que está muy consciente que esa forma es la que puede generar la comprensión y cercanía con el espectador. De ahí que, a bordo de un buen boca a boca más que de algún plan publicitario, logra destacar y ganar la encuesta 2017.

Finalmente, Mala junta, más allá del resultado de esta encuesta, emerge como un filme importante de esta década, provisto de una capacidad por narrar una historia de grandes alcances, con grandes aciertos cinematográficos, pero también, portando con fuerza una mirada a su contexto de una fuerza y consistencia innegables.