“Los Rockers”: Es sólo rock and roll, pero me gusta
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Los Rockers son una agrupación de rockabilly formada en 1992. Dos de sus miembros originales continuaron durante los siguientes 18 años, y probando con distintos músicos, para seguir haciendo canciones y tocando en diversos escenarios. Manteniendo siempre vivo el sueño de, alguna vez, alcanzar el reconocimiento masivo y poder vivir de la música.

La estructura del documental es interesante. Partimos con los Rockers en México dando entrevistas y cumpliendo el anhelo de la gira internacional. Luego la película nos lleva a los orígenes de la banda y nos permite conocer a Walter y a Pato, el dúo que desde el inicio –y a pesar de sus obvias diferencias de carácter y filosofía frente a la vida rockanrolera- ha mantenido a Los Rockers vivos y tocando. Son los mismos músicos, más algunos otros ex colaboradores, los que van narrando estos años de historia a la que se suman diversas imágenes de archivo. El éxito radial que tuvieron a mediados de los noventa, la pérdida del ímpetu por inmadurez de alguno de los miembros, las peleas, las dificultades, la tenacidad  y la ilusión de que esta vez sí se lograrán los objetivos.

Si uno no ha escuchado nunca de Los Rockers es posible que el principio de la película se torne un poco árido, y cueste enganchar con la historia y los personajes. Pero a medida que van pasando los minutos el entusiasmo, la perseverancia y cierta inocencia de los protagonistas va conquistando la atención del espectador. Cuando la narración nos lleva a tiempos más recientes y a este segundo brío de Los Rockers con una nueva formación en la banda, una nueva –y muy particular- manager y las metas más claras la narración se torna entretenida y es fácil empatizar con estos rítmicos aventureros.

El que el director del documental sea uno de los miembros de la formación final de Los Rockers no resulta central en la construcción de la narrativa. No hay un protagonismo  de Matías Pinochet, ni en cámara ni mediante recursos cinematográficos. Lo que si se percibe es el cariño y la cercanía de quien cuenta con lo que está contando, y el acceso privilegiado, sin caer en la sobreexposición, a conversaciones y situaciones que permiten entender los procesos de la banda.

A medida que van pasando los minutos uno va valorando el talento y la insistencia de la agrupación y le toma estima a sus miembros. Probablemente por eso mismo el cierre del documental resulta tan doloroso. El inteligente montaje nos hace pensar, desde el inicio, en otro final posible. Los últimos minutos de esta película invitan a comparar este fin con el de tantos otros sueños y proyectos que se arman y desarman a nuestro alrededor.