Las cosas como son, de Fernando Lavanderos
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Como en Y las vacas vuelan, Fernando Lavanderos busca en Las cosas como son, sin aires trascendentalistas, un rastreo hacia ciertos aspectos del Chile (o del chileno) de hoy. Si en esa anterior película era un danés el que llegaba a Chile a buscar esos rasgos distintivos a través de una película que se convertía como un juego dentro de otro, en Las cosas como son es una noruega que se enfrenta a un apático chileno que parece ser algo más que un antipático arrendatario. En ambas, Lavanderos explota esa actitud del chileno frente al extranjero, esa resistencia cultural, pero que a la vez provoca (siempre medidamente y con humor) un surgimiento de trancas y heridas que finalmente son las que universalizan sus películas y, a la vez, las hacen entrañables. Una paradoja identitaria que es desde donde surgen sus personajes.

El asunto va así. Jerónimo usa una barba larguísima, es callado, pero cuando habla es para negar o trazar límites. Vive en una casa que arrienda para extranjeros que están de paso, una casa grande y vieja y que se esfuerza en mantener pintando, empastando. Una rutina que sufre un quiebre cuando llega Sanna, una atractiva actriz noruega que viene a dar unos talleres para niños en riesgo social. Ella es abierta y sin tapujos, mientras un desencajado Jerónimo no duda en hurguetear en sus cosas cuando ella está ausente. Es su manera de acercarse a ella, porque la verdad sus afectos están totalmente trancados.

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La película despliega así, y de manera bastante natural y calmada, las personalidades de ambos, ello hasta que de pronto aparece un nuevo actor en escena y la película da un giro inesperado que contribuye efectivamente a mantener una bien llevada tensión hasta el final.

Lavanderos con una gran habilidad para configurar a cada personaje, va llevando la película con un pulso calmado hacia una relación que no es ni amorosa, ni siquiera amistosa. El amor, tal como en Y las vacas vuelan, no es el propósito real de la relación, sino que es lo que posibilita el descubrimiento de cada uno.

En el caso de Jerónimo, apático y totalmente cerrado al mundo tanto físicamente (por esa barba que cubre todo gesto) como verbalmente, su “destape” es difícil y su pasado sólo se puede insinuar. Lo interesante, es que esas pistas nunca son obvias y Lavanderos las insinúa cinematográficamente. La relación de Jerónimo con su entorno es distante, desenfocada y muchas veces de espalda a cámara. La casa, envejecida y necesitada de arreglos varios, es también un indicio. Mientras, el afuera, la ciudad, es su reflejo. Santiago en Las cosas como son no es una ciudad brillante como se esfuerzan en mostrar algunas recientes películas. Santiago es una ciudad que a primera vista es acogedora, pero poco a poco muestra sus pliegues claroscuros. La novedad de esta mirada es que no es la ciudad la que determina a los personajes, sino que son sus grisáceos habitantes los que la determinan.

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En una de las mejores secuencias de la película, Jerónimo sale a mostrarle Santiago a Sanna. Se paran en la fuente alemana y él le dice que sólo llegó la mitad, porque la otra se hundió en el barco en que venía. Luego pasean por el Parque Almagro y les muestra esas grandes piedras. “Cada una sería la estatua de una Presidente”. Otra obra inacabada. Es un Santiago a medias donde Sanna se siente libre, ante la extrañeza de un Jerónimo que dice que en verdad ésta es una ciudad totalmente reprimida.

Es la ciudad como el separador de aguas, pero también el espejo de las personalidades. Mientras el foráneo ve la brillantez casi provinciana que aún contiene Santiago, Jerónimo es el reflejo de una ciudad siempre inacabada, sin saber como continuar su destino.

Finalmente, con un humor ácido y bien llevado, con actuaciones que confirman a Lavaderos como un gran director guiando a actores no profesionales, otorgando una naturalidad poco lograda en nuestro cine, Las cosas como son no es tan solo una buena película, sino la confirmación de un director que ha consolidado (con muy pocas películas, todas hechas a pulso y con pocos medios) una propuesta autoral con todas sus letras.