El estreno, de Alejandro Fernández Almendras
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El cine de Alejandro Fernández Almendras ha tomado en los últimos años un derrotero sorprendente. Después de hacerse un nombre como autor con los interesantes y premiados largometrajes Huacho (2009), Sentados frente al fuego (2011) y Matar a un hombre (2014) – todos instaladas desde la observación cuidada y respetuosa de la cotidianeidad de chilenos de clase media y popular batallando con el acontecer – se movió hacia un cine un poco más mainstream -pero sin abandonar una aguda observación, en este caso, de cómo funcionan las clases privilegiadas del país- en Aquí no ha pasado nada (2016), para luego sorprender en la dirección de una película con evidente vocación de audiencia masiva como Mi amigo Alexis (2019) inspirada en la biografía del popular futbolista Alexis Sanchez. Ahora llega a cartelera El Estreno (HRA) una cinta bastante inusual para nuestro cine, filmada en República Checa con un elenco y un equipo local, con la excepción de algunos puestos claves como el compositor Pablo Vergara y el brillante fotógrafo Inti Briones.

El guión, del mismo Fernández Almendras, se centra en la figura de un joven director que está luchando por estrenar su nueva obra en el teatro de un pequeño pueblo al mismo tiempo que se ve enfrentado al desafío de la paternidad y a mantener a flote un matrimonio en crisis. Filmada en un cuidado blanco y negro y con un importante predominio de una banda sonora clásica, la cinta – en palabras de su propio creador-, tiene algo de anacrónico en su puesta en escena y recuerda a algunas películas europeas de los sesenta y setenta y al trabajo de esa época de Woody Allen y John Cassavetes.

Lo contemporáneo aparece en el conflicto, en este hombre que es incapaz de ver más allá de si mismo y su deseo, y que se enreda en las demandas de su contexto y relaciones. Es interesante el retrato de la masculinidad que genera acá Fernández, no hay victimización ni heroísmo en la narrativa. Es un hombre dolorosamente normal para el que no existe más que su agenda y que, por lo mismo, es incapaz de crear vínculos sanos y va viendo como su mundo se derrumba a causa de sus decisiones. Una muy cuidada puesta en escena y un trabajo actoral que destaca por su nivel y armonía permiten adentrarse en el mundo del protagonista, un mundo limitado por sus propias obsesiones en donde no hay más allá que lo que su cabeza está dispuesto a ver, de allí que sean únicamente esos espacios los que recorremos a lo largo del filme, aunque siempre con la sensación de que hay un mundo afuera latente y que busca irrumpir en este limitado devenir. Los personajes secundarios –especialmente las mujeres – no son vistas por el protagonista más que como accesorias a sus objetivos, lo interesante es que la misma construcción del relato permite que el público pueda comprenderlos más allá de los límites del personaje y de allí poner en evidencia lo obtuso –e infantil- de su comportamiento.

Especialmente bella resulta la resolución del filme, el protagonista encuentra paz en aquello que inicialmente lo perturba, y finalmente aquello que lo desafía es lo que le salva, una vez que logra hacer las paces con quien es y donde está.