“El Mal Trato”: Esto No es violencia de género
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No son pocas las veces que hemos escuchado que también hay hombres maltratados y que eso también es violencia de género. No lo es, la violencia de género implica una cultura entera que no sólo permite, sino que alienta simbólicamente esa violencia. Maltratar, violar o asesinar a una mujer son expresiones extremas de una sociedad que desde distintos espacios sostiene consistentemente el mismo discurso: que las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres y que, por lo tanto, pueden ser consideradas objeto y propiedad.

La película El Mal Trato se ha presentado a sí misma como una forma de visibilizar la violencia que reciben hombres de parte de mujeres, pero eso no tiene nada que ver ni con violencia de género, ni con el problema real del personaje protagónico del filme. Ramiro es un profesor de matemáticas en Pitrufquén, localidad que se presenta en la película como un pueblo pequeño en donde los pecados privados son cosa pública. A Ramiro su mujer lo maltrata, pero no sólo su mujer, sus colegas, alumnos y cada persona con la que se relaciona tienen con él un trato irrespetuoso. El problema de Ramiro es que posee una autoestima nula y una personalidad apocada, que lo instala en el lugar de la víctima en cada una de esas situaciones.

Empatizar con un personaje que se construye desde la debilidad absoluta es siempre complicado para el espectador. Y a pesar de que cada imagen que vemos en la película está construida desde su perspectiva o desde los pensamientos que genera, el protagonista carece de cualidades que lo puedan volver interesante para quien mira. Las pistas que tenemos sobre su pasado no resultan suficientes para entender por qué él ha llegado a esta situación, y tampoco vemos en él elementos que puedan generar algún vuelco en el futuro, e incluso cuando este vuelco se da es inicialmente por accidente. Es como si su propia vida fuera ajena a él. 

Otro problema que tiene El Mal Trato es que la propuesta audiovisual de la obra es agotadoramente sobre enfatizada. Todo está hiper explicitado -tanto sonora como visualmente- dejando poco espacio para la capacidad de asombro del espectador. Esta narrativa tan explicativa recuerda en momentos a esos programas televisivos tipo “Lo que las mujeres callan”, alejándolo de la posibilidad de que el espectador pueda participar dándole profundidad a aquello que está tan superficialmente representado.

Me parece complicado que una película pueda ser utilizada para justificar la violencia contra las mujeres cuando vivimos en una sociedad en donde las violaciones y femicidios son cosa diaria. Es desde las construcciones culturales que hacemos de estas situaciones en donde podemos aprender a pensarnos distinto. Cuando una película está bien hecha, el cine tiene la posibilidad de invitarnos a mirar desde la perspectiva de otro, ponernos en su lugar, empatizar y, ojalá, tomar conciencia de los cambios que necesitamos hacer. En este caso tanto el discurso como la puesta en escena de la película están mal armados y finalmente la victima termina siendo el espectador.