Cineclubismo Chileno: Abriendo puertas y ventanas
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El 30 de agosto se conmemora el nacimiento de Aldo Francia, que este 2012 hubiese cumplido 89 años, y es el día en que los CineClubs de Chile escogieron para celebrarse. La fecha no es casual, además de ser uno de los realizadores más importantes de la influyente generación de directores de los años ‘60 y principios de los ‘70, el además doctor Francia fundó en 1962 el Cine Club de Viña del Mar que será el fundamento en que se desarrollará el Festival de Cine de Viña del Mar. Evento que en 1967 reunió en esa ciudad a los más relevantes realizadores cinematográficos del continente, quienes estaban renovando el cine que se hacía desde este lado del mundo. Interrumpido por la Dictadura ese festival revivió a principios de los 90 para dar espacio a un nuevo encuentro, esta vez de los cineastas chilenos que permanecieron en Chile y los que regresaban del exilio. Desde allí a continuado desarrollándose hasta hoy.

La actividad de los cineclubs de los años 60 fue movilizada por jóvenes universitarios hambrientos de ver películas alternativas a lo que las pantallas comerciales les ofrecían, por lo que con mucho esfuerzo – en un mundo pre VHS, DVD e Internet- lograron conseguirse salas, películas y proyectores para poder ir abriendo las miradas propias y de sus compañeros. Entre esas primeras generaciones de cineclubistas habrá algunos que inspirados por estas películas pasarán a ponerse detrás de las cámaras como Pedro Cháskel y Sergio Bravo, dos nombres que luego serán fundamentales en el desarrollo del Nuevo Cine Chileno y que hoy son referentes del cine nacional.

Luego de una extensa pausa producto, entre otras cosas, de las intervenciones de la Dictadura en las Universidades, los cineclubes han logrado renacer con mucha fuerza en la última década y hoy la Red de CineClubes de Chile cuenta con más de 15 miembros en distintas ciudades del país, casi todos vinculados a diversas casas de educación superior. Su función sigue siendo fundamental.

Como la misma red de Cine Clubes sostiene su actividad es de resistencia al potente dominio del cine comercial de Estados Unidos, y por lo tanto de los imaginarios culturales que se instalan en él. Los cineclubistas entienden bien que frente a una producción audiovisual tan influyente y monopólica como la hollywoodense, es necesario hacer frente desde ofreciendo y mediando otras posibilidades cinematográficas, y esa es su invitación. Exhibir semanalmente películas de distintos orígenes y luego conversarlas para que el público pueda ir acercándose a estas otras miradas, maneras y discursos sobre el mundo. 

En este ejercicio de entusiasmo y consciencia de identidad y diversidad que hacen los cineclubes ganamos todos, el público porque puede acceder – generalmente gratis o a muy bajos costos- a películas de calidad e interés artístico y a conversaciones que potencian la reflexión y el acercamiento a estos otros cine; los realizadores porque encuentras acá ventanas de exhibición y de aproximación a otras audiencias; la producción cinematográfica que puede ser beneficiada con la formación de estas nuevas y más educadas audiencias y, de manera mucho más amplia, el país al potenciarse el desarrollo de una mirada más crítica respecto al rol del cine y sus influencias en la formación de cosmovisiones sociales. Por todas esas razones, larga vida a los Cine Clubs de Chile, que sean muchos años más, en muchas ciudades más.