Cine Chileno 2012: De esperanzas y desconfianzas
Películas relacionadas (8)

Este año tuvimos de todo. Una película chilena que rompió con todos los records de taquilla, reconocimientos en los más importantes festivales del mundo, veintisiete películas estrenadas con diversas temáticas y formatos, y una audiencia que parece seguir desconfiando de lo que mucho del audiovisual nacional tiene para ofrecer.

Ya son años en que el resumen cinematográfico anual nacional parte con los reconocimientos que las películas chilenas han logrado internacionalmente. Este 2012 no fue la excepción, iniciamos el año con el famoso festival de Sundance –donde Joven y Alocada fue reconocida como el mejor guión y Violeta se fue a los cielos como la mejor película-, más tarde De Jueves a Domingo se llevó el premio mayor en Rotterdam y Carne de Perro hizo lo suyo en San Sebastián. Eso, entre otros numerosos reconocimientos para el cine chileno en el exterior. No olvidar también el destacado premio que obtuvo No de Pablo Larraín en el Festival de Cannes, llevándose el premio principal de la Quincena de Realizadores.

El circuito de festivales internacionales se ha transformado en un buen lugar para el cine hecho en Chile. Muchos programadores a nivel mundial, y especialmente europeos, están muy pendientes de lo que se está haciendo en este lado del mundo y por lo mismo, para varios realizadores el llegar a estrenar en un destacado certamen internacional parece ser la prioridad. Lamentablemente en la mayoría de los casos el tipo de películas que anda muy bien en los festivales no funciona tan bien a la hora de llevar público a las salas. Este año vimos esa situación repetirse con El año del Tigre (estrenada en Locarno), Verano (que estuvo en Venecia), El Circuito de Román (que se vio en Toronto) y Bonsái (que pasó por Cannes), todas películas de gran valor cinematográfico pero que no lograron convencer a numerosa audiencia a pagar una entrada por verlas.

1500105.jpg

Y ¿en qué está la audiencia? Quizá la buena noticia es que si existe audiencia cinematográfica y que, a pesar de lo molesto que puede llegar a ser ir al cine, -trasladarse hasta allá, buscar estacionamiento, hacer la cola, esperar, y a veces, tener que escuchar a la gente comentar la película o ¡Contestar sus celulares en medio de la función!- hay un numeroso público que está dispuesto a pagar la entrada para ver una película. Este año un filme chileno logró llevar a más de dos millones de personas al cine. Y si, es cierto que Kramer es una figura conocida y querida por parte importante de la población, eso no necesariamente eso se traduce en ese impactante número de espectadores. Recordemos casos como el de la película Rojo o incluso la de Che Copete, para establecer que no necesariamente lo que sale en televisión es venta segura en salas. Algo había en Stefan vs. Kramer que hizo que la gente que fue el primer fin de semana se la recomendara a la que fue la semana siguiente  para ir a verla al cine, y no esperar su salida en TV o en DVD. Me parece que es mal negocio para el audiovisual nacional ignorar ese fenómeno, vale más la pena interrogarlo y tomar nota.

El circuito de festivales y el fenómeno de taquilla pueden considerarse extremos en los que se mueve el mundo del audiovisual. Está claro que hay directores que están más interesados en participar de festivales y tener el beneplácito de cierta crítica que de llegar a un público masivo y viceversa, lo que es absolutamente valido, pero conlleva –por lo tanto- estrategias en ese sentido. Entre medio están más de veinte películas que se estrenaron comercialmente –en multisalas o circuito alternativo (Cineteca Nacional, Lastarria 90, Cine UC, Cine Arte Alameda)- y que hicieron el esfuerzo por encontrar su audiencia.

Stefan-vs-Kramer-Trailer-4.png

Para que ese encuentro entre público y cine chileno se produzca es necesario deshacernos de algunos prejuicios, de un lado y del otro. No  es válido ya decir que “a la gente” sólo le interesa la farándula y la risa fácil, el éxito sostenido de “Los 80” y, este año, de “El reemplazante” en televisión abierta prueban que hay numeroso público para producción audiovisual nacional y de calidad. Tampoco es legitimo seguir con la cantinela aquella de que el cine chileno “Sólo se preocupa de la política o del sexo”, frase que no fue cierta ni en los noventa ni en el dos mil y cuya falsedad queda en evidencia aún más ahora cuando hay tanta diversidad de propuestas

Llevo varios años escribiendo estas columnas de balance cinematográfico anual, y el mensaje final ya no es tan original: Los realizadores están haciendo un trabajo interesante, la calidad del cine chileno ha mejorado enormemente y su diversidad es enriquecedora, el pendiente es acercar esa producción a un público más numeroso, aumentar la inversión en difusión y marketing, lograr el apoyo de los medios masivos- especialmente de la televisión- e ir formando audiencias. Quizá lo que cambió este 2012 es que sabemos que ese público existe y que hay esperanza de encontrarnos con él. ¿Por qué es  importante? Porque el audiovisual forma maneras de ver mundo y mientras el 90% de las películas y la televisión que vemos vienen de Hollywood, nuestra mirada de lo propio se está formando desde lo ajeno. No es un tema menor.