“Romance de medio siglo”: antes del estreno
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Antes del estreno

Desde mucho antes del estreno, “Romance de medio siglo” fue el tema de numerosos comentarios periodísticos. Los magníficos estudios de la Chile Film despertaron un singular interés por la primera producción que presenta esta firma cinematográfica. Además, el largo tiempo que transcurrió entre el día que se comenzó a rodar la obra y su estreno, aumentaron la curiosidad por este título que ya nos es familiar. Y algo también han contribuido los nombres de las nuevas figuras que han trabajado en la elaboración de esta película, como el director señor Moglia Barth: los argumentistas Vattier y Coloane, y algunos intérpretes.

Tenemos que reconocer que esta circunstancia no es beneficiosa para el buen éxito de una película. Una excesiva propaganda y una larga espera, inclinan al público a considerarse, inconscientemente, en presencia de una producción de excepcional importancia. El espectador entra al teatro a ver un acontecimiento.

Para ser justos debemos despojarnos de este prejuicio y no exigir a la primera producción de la Chile Film extraordinarios méritos. Es verdad que para llevar a cabo esta obra se contó con medios hasta ahora desconocidos en Chile. Es una ventaja. Pero también es prudente ser benévola con la primera obra que presenta una casa productora que acaba de fundarse. El director, señor Moglia Barth, ha trabajado con elementos que él no conocía, como los modismos de un lenguaje regional y el ambiente de unos episodios históricos de un país extranjero. Pues hay que advertir que el señor Moglia es argentino, y vino por primera vez a Chile a dirigir este “Romance de medio siglo”.

Además, no hay que olvidar la inmensa complacencia con que se han recibido muchas películas criollas, francamente burdas y vulgares, en las cuales los intérpretes no han hecho otra cosa que adular servilmente los gustos de la masa, buscar el efecto seguro de la astracanada, descender al circo. No sería justo saltar desde aquella tolerancia excesiva a una exigencia rigurosa, y después de haber aplaudido grotescos sainetes, pedir ahora altos valores estéticos y deslumbradores progresos.

D. de la V.