Regreso al silencio (Estreno)
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Se da un clima especial cuando se estrena una película chilena: al cine va gente predispuesta a aplaudirla; aún antes que comience a proyectarse; a vitorear a quienes la realizaron. También muchas personas que melancólicamente están convencidas que serán testigos de un acontecimiento histórico importante: el renacer del cine chileno. y todo gira en torno a este concepto si se quiere, chovinista, y hay que obviar caídas, fallas en nombre de una industria a la que hay que ayudar a cimentarse a través de estímulos generosos.

Algo parecido ocurrió con motivo del estreno de “Regreso al silencio”, film producido por “Chilencine” en 1966 con dirección de Naum Kramarenko, fotografía de Andrés Martorell, música de Tito Lederman y actuación de Humberto Duvauchelle, Orieta Escámoz, Héctor Duvauchelle y Nelson Villagra en los papeles principales. El clima era el mismo del estreno de “Más allá de Pilpico” (Tito Davison) y otras películas chilenas. Se respira la misma ansiedad y a la sala Central el viernes en la noche llegaron representantes de todas las actividades, en su mayoría personajes importantes.

Regreso al silencio” es un nuevo film chileno con muchos rasgos sobresalientes –especialmente la fotografía de Andrés Martorell y la actuación de los hermanos Duvauchelle y Nelson Villagra en el que el director incurre es una serie de concesiones que responden a un dudoso comercialismo. Utilizando un asunto policial Kramarenko pretendió darle nivel internacional a su película. Trata de un hijo de ciudadano norteamericano, hijo de un ex funcionario de una mina de cobre en Chile nacido en este país, que decide de pronto venir a conocer a un hermano.

El hermano, para salvar una situación grave, está teóricamente muerto y mesclado con contrabandistas. Este asunto es relatado en términos farragosos, lentos hasta el aburrimiento y plagado de reiteraciones y situaciones que confusamente sirven para situar al espectador en el desarrollo de la trama. En síntesis se careció de sentido dinámico de la construcción, hecho agravado por el abuso en los diálogos.

Para establecer una industria cinematográfica en nuestro país se han realizado numerosos esfuerzos privados y estatales que han contado con unánimes apoyos. No obstante las continuas caídas han sembrado el desaliento entre quienes conservan esperanzas. Y “Regreso al silencio” no es una excepción. Es un film que no marca una etapa, no abre un camino. Es una inversión que cuenta con todos los elementos que se orientan a recuperarla (continuos strip-tease de Orieta Escámaez; baile de Peggy Cordero, etc., que alcanza un nivel profesional satisfactorio).

Por otra parte es el esfuerzo de un organismo privado formado sobre la base de acciones de diversos sectores que, mediante “Chilencine” procuran darle forma a una Productora Cinematográfica Independiente. Pero el fenómeno cinematográfico por las condiciones económicas de nuestro país no resultará de una empresa privada que tienda a estas alturas del siglo cuando las ideas no esperan a que uno llegue a buscarlas, si no que caminan y a veces pa san de largo, a producir films de simple distracción en ambientes en los que muy pocos se identifican.

Tampoco de la película se podía esperar una obra maestra, en un país como el nuestro en que se carece de tradición cinematográfica de sólida continuidad. Pero si, cierto ajuste con nuestra realidad y la eliminación de elementos que parecen o son avisos a instituciones comerciales injertados entre escena y escena.

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