Ecran estrenos: «Largo viaje»
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Largo Viaje corresponde a un itinerario hecho entre los dos extremos de la realidad cinematográfica nacional. Tiene su punto de partida en una actividad casi inexistente y que por lo tanto no pudo ofrecer una tradición cultural y artesanal de solvencia para la construcción de una obra ideal y completa. Cuenta, sin embargo, con un apoyo financiero digno y navega así hacia un seguro puerto, en busca de una realidad artística que sea adecuada a los problemas que actualmente inquietan en nuestro medio.

En esta película se ha elegido la temática de crítica social al estilo de un gran fresco y usando como pretexto argumental una fábula. Comparándolo con la literatura, el film bien podría corresponder a un cuento que basado en acontecimientos de una desgarradora realidad, pretende obtener una moraleja espiritual. En pocas palabras, se trata del “viaje” de un niño que quiere que su hermanito muerto no se vaya al cielo sin sus alas.

Patricio Kaulen, nombre forjado en momentos heroicos del cine chileno, demuestra sorprendente conocimiento del oficio cinematográfico y sortea airosamente muchos desafíos que le planteó en diversos momentos de la puesta en escena el haber elegido un tema ingrato y deprimente que tiene como centro un miserable conventillo. Lo menos que se puede decir es que ha conseguido una obra de cine adulto.

Los puntos altos del film son muchos –y superan las comprensibles fallas- y van desde un montaje realizado conscientemente para enriquecer la anécdota de construcción episódica hasta una precisa dirección de actores que permite obtener de cada papel (salvo algunos puntos débiles) un rendimiento que es raro en intérpretes con poca o ninguna experiencia cinematográfica, como Rubén Ubeira, Boris Alvarado y María de la Luz Pérez. La escenografía, magnífica en la reconstrucción de la pieza del velorio, la iluminación y la filmación en exteriores logran una ambientación que da el marco adecuado a la historia que se relata. El cuadro crítico de las costumbres con intencionado acento en la miseria está reconstruido en base a datos evidentes del folklorismo urbano que no por amargos son menos verdaderos, aunque a veces el director exagere tratando de lograr efectos “de película”, como es el caso de las estupendas niñas que pululan bajo los puentes del Mapocho. Sin embargo, los toques de espiritualidad que nos referíamos al comienzo están dados en forma sugestiva con símbolos como la paloma y las alitas de papel que permiten vislumbrar entre la crudeza y la injusticia el camino de la esperanza.

Mención aparte merece la presencia y desempeño del pequeño protagonista (Enrique Kaulen, nueve años, hijo del director), que más allá de las exigencias impuestas por la mano que lo controlaba, captó exactamente la esencia del papel que se le encargó, y obtuvo, tanto en su físico como en su comportamiento, una comunicación entre el contenido de la historia y el espectador.

Por lo dicho, la solvencia y calidad como obra cinematográfica de Largo Viaje se han conseguido en la medida de lo posible. En cuanto a su permanencia en las salas de exhibición, pensamos que su éxito se deberá en gran parte al encanto del muchachito que corre por las callas del gran Santiago buscando el camino que lleva al cielo.