Control de estrenos: «Barrio Azul»
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Un nuevo esfuerzo del cine chileno. Como todos los otros realizado con escasísimos elementos, en medio de un yermo de técnica y capitales. No se trata ya de criticar una producción cinematográfica, sino de considerar la dificultad que significa oara los productos nacionales el enfrentar los mil escollos monetarios de una filmación, esos verdaderos trabajos de Hércules que surgen cuando menos se piensa, esa especia de roca. Tarpeya desde donde se precipitan, casi  recién nacidos, los mejores anhelados, las más honradas aspiraciones. No bastan el bueno deseo ni la ilusión.

Es la realidad la que valoriza y determina empresa. Recordemos aquel pasaje del Quijote cuando el bueno caballero quería convertir en yelmo lo que era siempre bacía de barbero. Por supuesto que siempre salía vencido…

Frente a este problema de nuestra pobreza técnica, creemos que ya es tiempo de ponerle atajo. Nose trata de producir diez películas maltrechas y desrengadas, sino de aunar esfuerzos para sacar a luz aunque sea una sola discreta. Porque es bueno que se convenzan los cinematografistas criollos de que en el cine no se puede disimular lo que no se tiene, ni sortear los escollos que se presentan, ni tomar las de Villadiego cuando no se encuentra el camino justo. Vivos y agigantados saldrán en la pantalla los desalientos y penurias de la filmación, la falta de celuloide, los defectos de laboratorio, la mendicidad de elementos técnicos y conceptuales.

Y, después de esto, vamos a la cinta misma:

LOS INTERPRETES

No puede negarse que están todos bastante naturales, sin estridencias ni exageraciones. Tuveron que luchar con una pésima fotografía, con sets pobrísimos y mal iluminados, y a pesar de eso, cumplen sus partes con discreción y comedimiento. Hay que tomar en cuenta también que los personajes que les cupo interpretar son poco ágiles y vivos, de una sola arista, hechos clisé, sin ninguna de esas sutilezas y complejidades de la vida misma. Alfonso Jorquera demuestra condiciones de actor: es emotivo, dúctil, aun cuando lo discursivo de su personaje lo haya obligado a engolar y afectar voz y ademanes. Si el director del film lo hubiera “sujetado” un poco, seguramente habría logrado mayor sencillez de tono. Rogel Retes, en sus dos personajes, discreto, aunque bastante más en carácter en el papel cómico. Ester Soré y Helia Grandón, muy mal escogidas para hacer una pareja con Jorquera y sufriendo directamente el pésimo maquillaje y la desastrosa iluminación. Se las nota muy poco cinematográficas de figura. Rubén Darío Guevara, a pesar de lo episódico de su actuación, bastante correcto Palmira Fernández, lo mejor de la cinta: auténtica de rasgos, gesto y actuación, acertada en cada intervención, oportuna en sus parlamentos. Alejandro Casas, aceptable. Esteban Villanova, pintoresco. Los extras y personajes secundarios, traídos y llevados a la buena de Dios, sin que valga la pena insistir mucho en ellos.

ARGUMENTO Y ENCUADRE

Se trata de un argumento en torno de varios discursos y de otras tantas muertes. El afán de hacer política a toda costa, de arrancar el aplauso fácil, de impresionar violentamente al público, ha convertido a “Barrio Azul” en una obra forzada, demagógica y simplista. No es que olvidemos la miseria ni que tratemos de cerrar los ojos sobre los candentes problemas sociales de esta época, sino que consideramos que, tal como los ha planteado esta cinta, no hacen otra cosa que convertir en tribuna, griterío y melodrama lo que bien pudo haberse enfocado con mayor tino, profundidad y sutileza. El afán de señalar recalcadamente la explotación, la muerte y la pobreza ha convertido el film en un álbum demasiado ingenuo y simple. Y en cuanto a los discrusos…son tantos y tan estereotipados, que cansan, fatigan y no convencen. Si se trata de hacer cine social, no hay que olvidarse que el tino siempre es poco, la prudencia escasa y la habilidad pequeña para realizar algo concluyente y digno. Recuérdese, en este sentido “Tempestad sobre México”, de Eisenstein, “La Bandera”, de René Clair, films realizados con tanta pobreza como “Barrio Azul”, pero notables en vigor, expresión y conceptos.

Ahí están todavía visibles esos dos magníficos exponentes de cine social: “Viñas de ira” y “Ciudad de conquista”. Se dirá que se trata de películas hechas a todo costo, pero no hay que olvidar que el diálogo y la filosofía expuesta en ellos es cuestión de mentalidad y no de dineros.

DIRECCION TECNICA

La dirección de René Olivares, pobre, improvisada, falta de conocimientos. La fotografía, de Gregorio Pardo, oscura, confusa, desatinada. El sonido, de Alberto Alsina, un digno esfuerzo si se consideran los pocos elementos de que disponía. Se ve, en resumen, técnicamente, una indigencia alarmante de recursos.

MISE EN SCENE Y MAQUILLAJE

Los sets tristemente presentados, no sólo por tratarse de barrios miserables, sino por la falta de armonía, expresión y vida escenográfica. El maquillaje, sobre todo en las mujeres, a mil leguas de la estética y el buen gusto.

FINAL

 Un cuadro vivo de escasez, privación, estrechura, debilidad. Nos hace recordar esa anécdota del gran director Lugne Poe con Tairoff, cuando éste le preguntó a aquél:

-¿Qué le pareció la representación?

-Lo que más me gustó fueron los decorados-respondió Poe.

A lo cual replicó Tairoff:

-Pero si se trata de una obra sin decorados…

Nota: El texto ha sido transcrito respetando la ortografía que presenta el artículo original.