Cine: «Valparaíso mi amor»
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Tal vez porque el cine nacional va a la zaga de las demás artes, este film de Aldo Francia presenta el fenómeno de tener como materia y estilo lo que los novelistas de la generación del 38 habían expuesto hasta el agotamiento. El trágico destino, el desarrollo casi fatalista de la vida de una familia del “lumpen” urbano fue tema, con otras variantes, de las novelas de Nicomedes Guzmán o Sepúlveda Leyton. El cine nos viene a hablar por bocas actualmente mudas que dijeron su palabra hace treinta años.

Francia nos describe un cuadro de miseria de esencia irredimible: de una familia de siete personas, el padre ha caído en la cárcel, dos de los hijos acaban en delincuentes: la hija se prostituye, el menor -la víctima más inocente- muere por las mismas razones que los otros sobreviven en el delito o la prostitución. Así, “objetivamente”, como diría el poeta español. El camino de la miseria desemboca, para el director, ineludiblemente allí: la delincuencia, el presidio, la prostitución, la muerte. Francia ha trazado su propia crónica del subdesarrollo con un Valparaíso de telón de fondo sin concesiones al turismo.

Está bien, pero creo que antes de dar un juicio general hay que separar dos cosas en este film: la materia prima y la forma de tratarla. En cuanto al primer elemento, su autenticidad es indiscutible. Basta leer cualquier informe redactado por una visitadora social para aceptar que Francia se ha instalado en el centro de la verdad. Esos cerros, esas casas, esa gente, esos niños, esa condición material, incluso esa historia, existen, son dolorosamente reales. Es -parafraseando a Oscar Castro- “la vida, simplemente”. Aquí Aldo Francia no se equivoca.

Pero una cosa es la materia prima y otra lo que el artista hace con ella. Y es aquí donde uno se detiene a preguntarle por qué tuvo que tratarlo todo tan pedestremente, como si entre la realidad y su film no mediara ningún proceso, ninguna elaboración, como si el cuadro de miseria bastara por sí mismo para construir un asunto. No nos quejamos contra “el miserabilismo” (a los que arrugan la nariz ante la palabra hay que recordarles que todo el neo realismo italiano es miserabilista, y casi todo el cine francés que surgió después de la Liberación también lo es). Lo que uno reprueba de Aldo Francia es su fidelidad, no ya en la selección del material, sino en la operación posterior de transformarlo en cine. Y algunas cosas más: las soluciones convencionales en la composición de la historia, la falta de originalidad en el tejido de la trama. Se me responderá que no hay originalidad posible en la miseria: ella es, en esencia, una e idéntica a sí misma, siempre e invariablemente termina en cárcel, prostitución, enfermedad, delito y muerte. Está bien, pero entonces necesito que se me responda a una pregunta que formulo con todo respeto: ¿Qué es este film de Aldo Francia? ¿Arte o sociología? ¿Cine o un informe social confirmado por las estadísticas? ¿Cine o una versión porteña de “Los hijos de Sánchez”?