Cartelera Cine: Operación Alfa
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*** (Interesante) OPERACIÓN ALFA (Chile 1972.  Dirección: Enrique Urteaga. Con Rubén Unda, Leonardo Perucci, Juan Carlos Bistotto, Norman Day, Peggy Cordero, Eliana Vidal, Andrés Rojas Murphy, Jorge Yáñez, Rafael Benavente, Martín Andrade, Jorge  Guerra  y  Mario  Montilles).

La última leyenda de la película recuerda que «la sedición está viva». Aparece escrita sobre titulares de la prensa derechista publicados durante el conflicto de octubre. Poco antes de salir la copia del film del laboratorio, el clima político chileno se parecía bastante al de los días previos al asesinato de Schneider. Y apenas un par de semanas antes del estreno se produjo el fallo de la Corte Marcial que, sin la apelación de los abogados de la familia del ex Comandante en Jefe del Ejército, hubiera permitido que el espectador que se sentara al lado de su butaca fuera cualquiera de los personajes de la película, incluso el mismísimo General (R) Roberto Viaux Marambio Esta circunstancia, por sí sola. constituye el más severo y objetivo enjuiciamiento de dicha resolución judicial y un motivo de actualidad que kustifica la asistencia masiva del público, aparte de la importancia del tema por sí mismo. Es posible que el tratamiento cinematográfico no haya sido el más adecuado y que la responsabilidad de los asesinos hubiera surgido con suficiente nitidez sin necesidad de recurrir al toque grotesco, con la mera utilización del documento. Existe, es cierto, una mezcla incluso —una indefinición— de estilos y se cae una y otra vez en recursos caricaturescos demasiado obvios, como el engolamiento de las voces, y, especialmente, la intercalación de escenas y diálogos (entre otras, el strip-tease con el discurso del Ministro de Hacienda freísta: el comentario acerca de la bondades de una yegua que hacen dos personajes que conversan junto a un potrero, con la imagen del líder de «Patria y Libertad»; el lavado de manos de tres de los complotados al final de una opípara cena, con el recuerdo de las fechas de las grandes matanzas de trabajadores; el tocadiscos que deja oír «pasarán más de mil años, muchos más», con comentarios acerca de la necesidad de impedir cuanto antes que la izquierda asuma el gobierno). También debe reconocerse que por momentos el ritmo decae y que el relato, construido en base a las declaraciones judiciales de dos de las implicados (Luis Gallardo Gallardo y Juan Diego Dávila Basterrica), puede resultar confuso sobre la participación de cada uno de los demás, para quien no tenga suficientemente claro cómo sucedieron los hechos. Pese a estas salvedades, el saldo es netamente positivo y de ninguna manera puede pretenderse —como lo hace «El Mercurio»— que la mezcla sea de realidad y fantasía; no se ha inventado ninguna responsabilidad y, hoy día, sólo por razones políticas  pueden soslayarse las que les corresponden en los hechos que culminaron con el asesinato de Schneider a los dos partidos de oposición. La película encara el episodio con valentía, sin pelos en la lengua. La reconstrucción del clima vivido entre setiembre y noviembre de 1970 a través de los distintos ambientes en que se reclutaban y movían los complotados y de las manifestaciones de la UP y de damas con cacerolas (filmadas en vivo) constituyen, junto con la escena del asesinato, los puntos más altos de una película que, más allá de sus irregularidades, debería  ser vista no sólo por el público cinematográfico habitual, sino también exhibida en sindicatos y lugares de trabajo. Quizás no proporcione —por los defectos apuntados— una visión cabal del episodio histórico al que se refiere. Pero si enseña a distinguir a sus protagonistas, los mismos que todavía hoy maquinan para que «la sedición esté viva» (Bandera  y  Gran Avenida).