ESA aceitera cuyo líquido salta a la cara del que la aprieta y mancha a los peatones subsiste todavía como rémora de “cómo solían ser” las películas cómicas de “Los Tres Chiflados”; y esa rueda de automóvil que se desprende y que camina sola fue un recurso ya pasado de moda en las películas de Agapito… En fin: cuando parte el taxi que había quedado en “panne” en el camino a Valparaíso, se ven los pies, junto a las ruedas traseras, del incógnito que lo empuja.
Hubo precipitación o descuido, evidentemente, en la realización de este sainete destinado a hacer reír a costa de cualquier medio. El trabajo, en general, solo merece esta definición: sainete. No hay ritmo en la secuencia; se diría que los motivos surgen por generación espontánea, como ocurre en el remedo de “La Tía de Carlos”; los diálogos carecen de interés; el asunto se repite.
Una espléndida fotografía es el mayor acierto de “Memorias de un Chófer de Taxi”. Fue eficaz la iluminación y se lograron bonitos panoramas en el Santa Lucía.
De la mímica y gracia innata de Lucho Córdoba solo quedan la esperanza por un trabajo limado en todas sus aristas.
Edmundo del Solar revela un temperamento sobrio y distinguido. Kika está más bonita. Lucy Lanny puede ser una promesa. Rubén Darío Guevara se ve más desenvuelto.
Muy bien, particularmente, la escena de conjunto representativa del carnaval.